sábado, 29 de septiembre de 2018

CAUSA DE LA AGONÍA DE OCCIDENTE

CAUSA DE LA AGONÍA DE OCCIDENTE

     La incoherencia de un pueblo gobernado y gobernante atenta contra nosotros. En realidad de verdad la democracia es un instrumento de coacción que enfrenta nuestra libertad de ser con el derecho de voto. Es un medio utilizado por el poder hegemónico mediante el que se pretende laminar el proceso de liberación encabezado por un líder, arguyendo que esa libertad individual se contrapone a una supuesta libertad colectiva de una mayoría democrática a elegir quién es líder o no; quién puede ser o no ser. 

Democracia y comunismo son expresiones análogas, ambas siempre han sobrevivido mediante la guerra, la esclavitud, el genocidio y la mentira, y allí donde se han aplicado y cuanto más ideales se han presentado en sus formas; más miseria, opresión y exterminio han generado. Se trata de ideologías de carácter desviado, solo pretenden la consecución del poder en beneficio del gobernante. 

En la subversión marxista se plantea: ¿por qué nadie ha de tener más que tú? En la demócrata: ¿por qué nadie ha de gobernarte? Ambas necesitan el caos en el que alzar una nueva estructura jerárquica más opresora aun. Si la democracia fuese una pocilga, los dirigentes serían los cerdos, el pueblo: el fango. 

«Elegir» significa «escoger», procede del latín por la unión de dos partículas: ex y colligeri; «dejar fuera» y «coger». El proceso electoral, bien podría llamarse proceso de exclusión. Ambas acciones son simultáneas e indisociables. La exclusión no debe ser un derecho consagrado. El derecho de sufragio no debe existir. Es anti-humano, va contra la propia naturaleza del hombre en su más brillante expresión.

Son incontables los demagogos, tertulianos y periodistas que defienden como si de una religión se tratase las bondades de la democracia, en contra de la realidad y de la verdad objetiva; pero: ¡como intelectuales que os suponéis!, ¿qué hacéis defendiendo que la democracia es la solución final, indiscutible e imperecedera? Ningún pensador de prestigio defendería una razón cualquiera como inamovible y perpetua. 

Por encima de cualquier otra consideración, la democracia, es el derecho de exclusión. Es el derecho que creemos tener de anular en la sociedad a quienes no nos gustan, quizás solo por envidia, porque creemos que son mejores que nosotros. La democracia es puro totalitarismo y su expresión, durante un tiempo prolongado, tiene la consecuencia de un auténtico progromo. Es, desde luego, un imperativo prioritario de cualquier hombre libre luchar en contra de la democracia, en el entendido de que se trata fundamentalmente de un método para la práctica de la esclavitud y el exterminio. No en vano, las infinitas citas de autores, intelectuales de todos los tiempos, en todos los campos del saber y de cualesquiera tendencias, poseen mayor profundidad de pensamiento que aquellas que les son favorables; lo cual no es de extrañar dado que el fundamento democrático es falso de principio a fin.

Hay tres tipos de ciudadanos en democracia: los que son engañados, los que se dejan engañar y los que participan del engaño. Diecisiete Presidentes de los Estados Unidos durante ocho décadas no abolieron la esclavitud, tuvo que ser una Guerra Civil de cuatro años la que lo hiciese dando comienzo a las Leyes de Segregación que perduraron por otra centuria. Diez de entre los primeros dieciocho Presidentes de USA fueron propietarios y explotadores de centenares de esclavos cada uno, miles en total. 

Es fanatismo tomar por bueno aquel régimen que se acomoda a nuestras convicciones de gobierno al margen de sus resultados. El homo democráticus debería ser tan perfecto que alcanzada tal magnificencia podría conmutarse por el autocráticus. Sería un gozo vivir bajo el régimen de tan bella alma. Pero, si hemos perdido la fe en el hombre hasta el punto de preferir gobernarnos por un sistema electivo, ¿cómo podemos aspirar a una democracia inmaculada por un homo superioris? Un régimen idealizado que depende de una super-humanidad, se traduce en supremacismo. Tal aspiración, por la vía del diálogo axiomático, constituye un totalitarismo genocida que eleva al nazismo a mera anécdota.

La demagogia democrática plantea: doblepensar, neolengua, marxismo, ideología de género, deconstrucción, relativismo moral, principio de incertidumbre… simple logorrea con apariencia formal. En ese caos, definen claramente la confrontación: rico-pobre, hombre-mujer, homo-hetero, revolución-conservación, padre-hijo, pene-vulva, Estado-Iglesia, religión-ideología… Creando desorden y enfrentamiento al demócrata solo le queda medrar merced a la destrucción de los demás. 

Es falso que el marco democrático acoja cualquier ideología mientras que él mismo solo es una suerte de reglas de juego. La verdad es que la democracia es una ideología que no admite posiciones enfrentadas a sus axiomas. Quien pretende, con honestidad intelectual, la regeneración de la democracia como solución a los males que le son inherentes; no ha comprendido el substrato de esta ideología. La mayoría es la causa de la legitimidad democrática como la infinidad de sus textos lo es de su argumentación, tan henchida de palabrería hueca como vacuo el votante medio.

En el Orbe, desde el año 1700 se cuentan alrededor de 100 millones de muertos en conflictos armados. Con la aprobación, por primera vez, del aborto en la URSS de Lenin en 1920, se han producido 1.500 millones de asesinatos intrauterinos. ¡Qué monstruosidad! Un demócrata no es más que un asesino en masa de métodos refinados y extraordinariamente efectivos. Pero, si ves que tu país está en problemas y nadie hace nada para resolverlos, quizás eres tú quien debe aportar las soluciones. Si así lo decides, cuídate de los demócratas, dejan en pañales al genocidio comunista.

Los demócratas opinan que la tumba de Franco es intolerable, pero de la Cripta Real en el Monasterio del Escorial, con veintisiete cadáveres de Borbones y Hasburgo, no dice nada. Su estilo es considerar que la crucifixión de Jesucristo fue un abuso por parte de Jesucristo que era un: chulo, fascista, machista y un vacilón, además de capitalista y franquista. Esta turba niveladora provoca al individuo que destaca: por envidia, por extraño —en conquista o defensa—, por estupidez o por supervivencia genética. Este ataque obliga a la sublimación que aumenta la envidia en un círculo vicioso que acaba con el agotamiento, la muerte o la imposición victoriosa sobre la masa opresora otorgando a la humanidad la chispa de la libertad y de la vida, abriendo una senda humana. 

Feminismo, igualitarismo, anticapitalismo, antifascismo, comunismo, democracia… Comparten un objetivo común: robar, matar y esclavizar, su anhelo es el poder por el poder mismo. Cuando el demócrata impone su concepto de la justicia las atrocidades se multiplican, entonces solo impera el sálvese quien pueda. Democracia es aporia. El demócrata plantea que por qué no podemos deambular por la calle desnudos y saltando a la pata coja mientras tocamos el violín, que si no podemos hacer eso significa que no hay libertad sino heteropatriarcado.

¿Autoritarismo? No, el verdadero líder —lejos de la actual definición de la RAE— lo es en defensa propia —ante el hombre masa—. Cuando es auténtico, invierte toda su energía en sobrevivir, salvaguardando la vida y los intereses de los demás. Lo que le es concedido, sin duda, lo tiene bien ganado. 

La democracia es ciencia, lo contrario es humanidad. La pretensión de transformar la metafísica de la libertad en una urna de metacrilato y un sinfin de cuartillas es la expresión máxima del engaño. El derecho que unos hombres se arrogan de elegir a otros es la indignidad misma, activa y pasiva. Una rémora de la esclavitud, una desviación moral inhumana. El marxismo quita la propiedad, pega un tiro en la nuca y hace esclavos. La democracia niega la propiedad, niega el nacimiento y hace números. Habéis llevado a tal extremo la revolución democrática que lo revolucionario es ser conservador. Y conservándose solo a sí misma, la restauración borbónica del 75 se ha valido de la democracia para destruir las tradiciones morales y culturales de España. Si están convencidos de que Dios no existe ¿qué les importa que pensemos en él?

La democracia es la entrega de ilusión de poder a los cobardes. El engaño máximo y la cárcel del pueblo. Prisionero de la malicia. La democracia anula y establece como un delito la precisa característica que distingue a los humanos de otros animales: el ser, la conciencia. De esta anulación no está exento el príncipe cuando cohabita con o se vale de ella. Ni el demócrata es necesariamente bueno por ser demócrata ni el dictador es necesariamente tirano por ser dictador. La democracia es el desierto, la muerte, la nada. 

Democracia significa revolución organizada, sus consecuencias son: desorden, muerte, robo, abuso de poder, esclavitud y degradación con apariencia formal. Si disponemos cañones frente al Congreso y disparamos a discreción, correrán a agarrarse a los sacos del erario y gritarán: ¡no si mi dinero! 

La práctica de la democracia es una secuela de la esclavitud por cuanto supone el derecho que unos hombres se arrogan de elegir a otros, aun cuando se trate para el más alto privilegio. Dos veces ha brotado esta fórmula a lo largo de la Historia: la primera en la Antigua Grecia, la segunda en Estados Unidos. En ambos casos se trataba de sociedades esclavistas. No es más que una creencia religiosa, su Dios es El Pueblo, todo lo que se ejecute por vía democrática será aceptado por el Imperio; aun la locura más delirante. 

De cómo democracia y guerra van unidas tanto como cualquier otro régimen da buena cuenta la Historia. Y si alguien afirma: No, ellos lucharon contra el totalitarismo. Debemos cuestionar ¿quién es el ingenuo? ¿Educar en democracia? No, por favor, la democracia es la falta de educación. Eduquemos en la anti-democracia, saber valorar lo bueno, no lo que diga la mayoría; y tengamos presente que la guerra ha sido la forma de expansión del Imperio en las dos ocasiones en las que la democracia ha aparecido en la Historia: tanto en la arcaica Atenas como en los EE. UU.


J. M. Mora

1 comentario:

  1. El nacionalismo hebreo y fenicio haz sido claramente antieuropeista yh eurabico en llaz entrada migratoria su lucha contra las costumbres catolicas y paganass para intentar conformar republicas musulmanas que se adapten a sus costumbres.

    ResponderEliminar