jueves, 20 de enero de 2011

Declaración del Testigo: Ramón Torrecilla Guijarro (Segunda Parte)

Cádiz a 20 de enero de 2011

Continuación del post anterior

P.2.960.680; 18; 00 029

…yo afiliado a la C.N.T. durante unos meses; por los años 1.931 y 1.932, fue radical-socialista; perteneció al Socorro Rojo Internacional, desde Diciembre de 1.934, y está afiliado al comunismo desde Febrero de 1.936. Antes de iniciarse el Movimiento Nacional pertenecía a la Comisión Organizadora del Partido Comunista. A propuesta de este, el 19 de Agosto de 1.936, ingresó como policía en la Comisaría del Distrito de la Universidad. En ella estuvo hasta que a fin de Septiembre o principio de Octubre fue designado para tomar parte de la Comisión Nacional encargada de constituir el Sindicato de funcionarios de la Dirección General de Seguridad, donde permaneció hasta que según tiene dicho, el 7 de Noviembre fue designado Consejero de la Dirección General de Seguridad. Cesó en este cargo el 13 de Diciembre de 1.936 para pasar al de Delegado de Orden Público de Murcia.

            Este le desempeñó hasta que en Abril de 1.937 fue destituido y encarcelado a consecuencia de una maniobra contra él preparada por la C.N.T. y los Socialistas, mediante una campaña periodística en la que le imputaban enormes crueldades y martirios. Fue puesto en libertad el 8 de febrero de 1.938, vino a Madrid e ingresó de Agente en la Brigada Social. El 8 de Diciembre de 1.938, fue de Comisario de Policía a Guadalajara, cargo que ejerció hasta que el 6 de Marzo último, con ocasión de la lucha entre la Junta de Defensa y los Comunistas al ser vencidos estos le detuvieron juntamente con el Gobernador de aquella provincia.

            Estuvo en libertad durante varios meses después de liberado Madrid, hasta que el 9 de Agosto último fue detenido con otros correligionarios por atribuírseles actuales actividades comunistas. Sobre estas supuestas actividades políticas ha sido interrogado por un Juez, pero no lo ha sido, hasta ahora, sobre su actuación en la dominación roja.

Ratifícase previa lectura y firma con SSª Doy fé.

R. Torrecilla


Un saludo, J. M. Mora

Declaración del Testigo: Ramón Torrecilla Guijarro (Primera Parte)

Cádiz a 20 de enero de 2011

P. 3.624.246; 16; 00 025

En Madrid a once de Noviembre de mil novecientos treinta y nueve, ante este Juzgado compareció el testigo anotado al margen, el cual fue enterado del objeto de su comparecencia, de la obligación que tiene de decir verdad, y de las penas en que incurre el reo de falso testimonio, siendo exhortado con arreglo a su clase, y. Preguntado por las generales de la Ley, dijo: Llamarse como queda dicho, de treinta y dos años de edad, de estado casado natural de ….. de profesión comisionista que no ha sido procesado, y con domicilio en Colonia Monte Carmelo “El Torreón” (Fuencarral), que no le comprenden las demás. Preguntado, Dice:

“Que al anochecer de seis de Noviembre de 1936, ante la aproximación de las fuerzas Nacionales sobre Madrid, el Gobierno Republicano abandonó esta Capital en dirección a Valencia.

            Oyó referir entonces, que el Gobierno en fuga dejó aquí un pliego cerrado en poder del General Miaja, con el encargo de no leerle hasta el día siguiente, pero que fue abierto el mismo día seis y que contenía un Decreto encomendado a dicho General nombrase, de acuerdo con el Frente Popular, la llamada Junta de Defensa de Madrid, que debía de ejercer aquí las funciones propias del Gobierno. En cumplimiento de ese Decreto, Miaja reunió en la misma noche del 6 al 7 a los representantes de los partidos integrantes del Frente Popular y se designó la Junta de Defensa, asignando las dos carteras o Consejerías más importantes (Guerra y Orden Público) a dos marxistas, que fueron respectivamente Mijé (comunista) y Santiago Carrillo (de las juventudes Socialistas). Al mismo tiempo se nombró Delegado de Orden Público (equivalente a Director General de Seguridad) al redactor del diario socialista “Claridad”, Segundo Serrano Poncela. Todos aquellos Ministros o Consejeros de la Junta de Defensa instalaron sus despachos en el palacio de March, en la calle Nuñez de Balboa.
            La delegación de Orden Público se instaló en el edificio del Ministerio de Marina, en la calle de Serrano.

            Quedó de subdirector General de Seguridad Vicente Girauta Linares (era del Cuerpo de Vigilancia) y como este marchase a los pocos días a Valencia, para sustituirle se nombró Comisario General de Madrid a Carreras (pertenecía también al Cuerpo de Vigilancia).

            La noche del 6 al 7 de Noviembre tuvo aviso el declarante de que iba a ser nombrado Vocal del “Consejo de la Dirección General de Seguridad” (nuevo Organismo que entonces se creaba) y aunque hasta el día 10 del mismo mes no recibieron él y los demás Consejeros sus nombramientos escritos, expedidos por Santiago Carrillo, ya en la madrugada del 7 de Noviembre celebró con otros Consejeros una reunión y a partir de este momento empezó a funcionar aquel Consejo de la Dirección General de Seguridad, que estaba constituido por los siguientes individuos.

00 026
El declarante Ramón Torrecilla Guijarro (designado por el partido comunista)
Rascón Ramírez (designado por la C. N. T.)
Manuel Ramos (designado por la F. A. I.)
Vega (designado por la U. G. T.)
Larrosa (designado por las Juventudes Socialistas)
Juan Alcántara (designado por las Juventudes Socialistas, era Comunistas)
Santiago Alvarez Santiago (designados por las Juventudes Socialistas, era Comunista).
Como técnico Vicente Girauta, que a los pocos días fue sustituido por Carreras.

            El 7 de Noviembre de 1936 el Secretario de la Dirección General de Seguridad conocido por Pachuli (tenía seis dedos en una mano) dio al declarante y a los que después nombrará, la orden, de parte del Delegado de Orden Público, Serrano Poncela, de presentarse en la Cárcel Modelo para hacer una selección entre los presos allí encerrados. En cumplimiento de la citada orden, entre 10 y 12 de aquella noche se presentaron en la Cárcel Modelo el declarante y los siguientes:

            Rascón Ramírez (Consejero de la Dirección General de Seguridad. Antes había pertenecido a la Checa de Fomento.)
Manuel Ramos Martínez (Consejero de la Dirección General de Seguridad. Antes había pertenecido a la Checa de Fomento).
Agapito Sainz (Policía rojo de la Dirección General de Seguridad).
Andrés Urresola Ochoa (Policía rojo de la Dirección General de Seguridad).
Lino Delgado. (Policía rojo de la Dirección General de Seguridad).

            Al llegar a la Cárcel el Capitán de guardia se oponía a que entrasen por no llevar orden escrita alguna, pero se telefoneó a la Dirección de Seguridad y como desde alli contestaran que estaban autorizados para penetrar en la Prisión, se les franqueó el paso. El dicente y sus cinco compañeros se encaminaron seguidamente al fichero de presos y pasaron varias horas apartando las fichas, según la profesión de los presos, en los cuatro grupos siguientes:

1ª Militares.

P. 2.906.670; 17, 00 027

2ª.- Hombres de Carreras y aristócratas.
3ª.- Obreros.
4ª.- Personas cuya profesión no constaba.

            Ya llevaban seleccionado más de la mitad del fichero, cuando de madrugada, se presentó el Delegado de Orden Público o Director General de Seguridad Serrano Poncela y ordenó que todos los seleccionados en los grupos 1º y 2º (Militares y burgueses) saliesen de las galerías a las naves exteriores porque los fascistas avanzaban y si los libertasen les serían un refuerzo formidable. Mandó prepararlos, pues en seguida llegarían unos autobuses para trasladarlos y refirió que el Ministro de la Gobernación (lo era Ángel Galarza) cuando marchó a Valencia la noche del 6 de Noviembre había dado orden por Telefono desde Tarancón de que los trasladasen y añadió en todo malicioso que quien mandaba la expedición ya tenía instrucciones de lo que había de hacerse con los presos, que era “una evacuación … definitiva”.

            En cumplimiento de esta orden de Serrano Poncela suspendieron la selección de fichas el declarante y sus compañeros. Era entre tres y cuatro de la madrugada. Sacaron a los seleccionados a las naves por parejas. No puede precisar el número de ellos, pero sí que pasaban de los quinientos. La mayoría eran militares, pero también había paisanos.

            Alrededor de la nueve o diez de la mañana del 8 de Noviembre llegaron a la Cárcel Modelo siete o nueve autobuses de los de dos pisos de servicio público urbano y dos autobuses grandes de turismo. A todos los llenaron de presos. En el interior de cada uno de los coches de dos pisos metieron 60 o más detenidos y en su plataforma delantera, digo trasera, iban de 8 a 12 milicianos armados. Partió la expedición y con ella marcharon algunos de los que habían hecho la selección de las víctimas en el fichero, entre ellos Agapito Sainz y Lino Delgado y cree también Urreola y Rascón. Aquella expedición le vio partir el declarante, que seguidamente marchó de la Cárcel…

            En la reunión del Consejo de la Dirección General de Seguridad que celebraron el día 10 del mismo mes se refirió que fueron asesinados en Torrejón de Ardoz, los detenidos de cinco autobuses de los grandes y en Paracuellos del Jarama todos los restantes. Posteriormente supo que entre las 12 y 14 de aquel día se llevaron otra expedición de presos para matarlos.

            En dicha reunión del Consejo de la Dirección General de Seguridad celebrada el 10 de Noviembre se acordaron las normas y procedimiento para llevar a cabo la selección de presos que debían ser matados y, estableciendo el criterio que debía seguirse, Serrano Poncela que asistía a la reunión explicó que debían ser elegidos: 1º.-Los militares con graduación superior a Capitán: 2º.- Todos los falangistas: 3º.- Todos los hombres que hubieran tenido actividades políticas francamente derechistas y, para desarrollar este plan, se nombraron en el Consejo de la Dirección General de Seguridad dos Comisiones: Una “De Presos”, y otra “De Personal”. La Comisión De Presos (Rascón era el responsable de la misma) nombraba los encargados de seleccionar en las distintas Cárceles los detenidos que habían de ser asesinados. El declarante fue designado “responsable” de la De Personal (esta Comisión nombró un “responsable” y su suplente para cada Cárcel, encargados de que en ella se cumplieran exactamente los acuerdos del Consejo de la Dirección y de ir con las expediciones de presos cuando los llevaban a matar. Los responsables elegidos para este servicio fueron los siguientes:

Para la prisión de Ventas: Alvaro Marasa Barasa.
Para la prisión de Portlier: Andrés Urreola Ochoa.
Para la prisión de San Antón: Agapito Sainz.

            La Comisión “de presos” nombraba todos los componentes de los tribunales que para la selección de que se trata actuaban en dichas Cárceles. De estos tribunales funcionaban dos o tres en cada Prisión y cada tribunal estaba integrado por tres individuos. Recuerda que Ramón Ramos Martínez fue “responsable” de los Tribunales que actuaban en la Prisión de Ventas y cree que Rascón y Larrosa fueron “responsables” de los Tribunales en las Cárceles de San Antón y Porlier, respectivamente. Estos tribunales interrogaban a los presos, no les enteraban del acuerdo que contra ellos adoptasen, ni aun consignaban estaos por escrito. Se limitaban a mandar al Consejo de la Dirección General de Seguridad listas de condenados a muerte escrita en una simple hoja de papel, que el “responsable” de la mencionada expedición llevaba allí diciendo que era la lista de condenados a muerte, en la respectiva cárcel. Todos los que componían el Consejo de la Dirección General de Seguridad estaban enterados de que los incluidos en tales relaciones eran seguidamente extraídos de la cárcel y asesinados en serie. Rascón como “responsable” de la Comisión de Presos se hacía cargo de estas Listas y las pasaban al Director de Seguridad Serrano Poncela. Este, en papel timbrado firmaba una orden de libertad, para todos los presos que figuraban en esa lista, los nombres de los cuales reproducía en dicha orden Serrano Poncela daba al declarante citadas órdenes escritas de libertad y el dicente las entregaba al “responsable” de la Comisión de Personal en la Cárcel respectiva (o sea, a Margea, Urrasola y Agapito Sainz). Empezaron a actuar estos tribunales en las Prisiones, a mediados de Noviembre de 1936. Las víctimas, de las mismas fueron todos asesinados en Paracuellos del Jarama. Algunas expediciones de presos (tan solo 4 o 5) que por entonces salieron de las cárceles de Madrid, llegaron indemnes a su ciudad de destino en razón de que los componentes de las mismas no habían sido condenados a muerte por los Tribunales de su cárcel.

            El detenido daba cuenta con frecuencia, de estas actividades del Consejo de la Dirección General de Seguridad, al Secretario del Partido Comunista.
Serrano Poncela, tenía que ir diariamente a despachar con el Consejero de Orden Público en la Junta de Defensa, Santiago Carrillo en la oficina de este. Además Santiago Carrillo iba con frecuencia a la Dirección de Seguridad a conferenciar con Serrano Poncela. Se llevaba en la Dirección General de Seguridad un libro registro de expediciones de presos para asesinarlos. Calcula el declarante que fueron alrededor de 20 o 25 las efectuadas, de ellas: cuatro de la Cárcel Modelo, cuatro o cinco de la de San Antón, seis a ocho de la de Porlier, y seis a ocho de la de Ventas. Le parece que de la Cárcel Modelo se extraerían para matar alrededor de mil quinientos presos.

            El declarante fue botones en el Banco Español del Río de la Plata, luego contable en la Compañía Telefónica, después operario en el Ministerio de Hacienda, mancebo de farmacia y por último comisionista de productos químicos. Hace muchos años estaba…
Continúa en el siguiente post
 
Un saludo, J. M. Mora
 

miércoles, 19 de enero de 2011

“El mismo Santiago Carrillo les empujaba hacia la fosa con el pie” (Segunda parte)

Cádiz a 20 de enero de 2011

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Fueron asesinadas

            Acudiendo nuevamente a los datos obtenidos por las investigaciones de la Causa General, encontramos que “Las Religiosas Adoratrices Sor Felisa González y Sor Petronila Hornedo Huidobro, que se vieron obligadas a abandonar su Convento de Guadalajara y marchar disfrazadas a Madrid, a su llegada a la Estación de Atocha, el 13 de agosto de 1936, fueron detenidas en la “checa” de dicha Estación (…) y asesinadas seguidamente, habiendo aparecido los cadáveres en un descampado de La calle Méndez Álvaro, próximo a la Estación, el día 31 de agosto”. Las fotografías de Sor Felisa, realizadas el mencionado día 31 de agosto en el Depósito Judicial, muestran varios impactos de bala en la cara y en el cráneo.

“El mismo Santiago Carrillo les empujaba hacia la fosa con el pie”

            “A los quince días –sigue contándonos su historia Julián- subimos a un coche de la Guardia de Asalto. Tomamos la carretera de Alcalá, Ventas, Canillejas y de ahí salimos a una carreterita muy estrecha, muy mala, y me encontré donde ahora está Barajas. Desde allí cruzamos un camino y pasamos por un puente, el del Jarama. Llegamos a un lugar donde vi gente en corros, de lejos. Bajamos del coche y el Guardia de Asalto les dijo a los de allí: “Aquí os presento al Pionero, “El Estudiante”. Nos manda el jefe que lo traigamos aquí, para que ayude y le deis de comer bien”. Vi unas zanjas, larguísimas, de unos 60 centímetros de anchas, que las abrían a pico y pala. No vi cadáveres. Por cierto, que me ofrecieron tabaco y se echaron a reír cuando les contesté que no fumaba. Nos pusimos a hacer zanja, y cuando pasó un buen rato trajeron la comida: judías, garbanzos con trozos de bacalao, pimientos, etc. Recuerdo que después de comerme dos buenos platos y un chusco, me dieron un puñado de higos secos. Después de descansar y beber vino, seguimos trabajando en la zanja. Al caer la tarde nos trajeron a Madrid, y a mí me dejaron en Cibeles, desde donde marché al metro de Alvarado, para dormir como todas las noches. Al otro día, igual, cavando zanjas que no sabía para qué servían… Después de varios días, mientras trabajábamos, llegó una furgoneta llena de gente. Los sacaron a gritos y los pusieron a todos delante de las zanjas. Salían sin calzado, con sangre en los pies, en la cara, apenas vestidos y sin objeto de valor alguno. Sin consideración, los mataron a todos, con metralletas y fusiles. Seguidamente los echaron a las zanjas y nos mandaron que cubriéramos con tierra los cadáveres. Debía ser la primera semana de noviembre cuando nos llegaron tres autocares con cientos de personas amontonadas. Yo no sabía calcular cuántos serían. Aquello fue horroroso. No paraban de matarlos y meterlos en las zanjas, mientras llegaban más autocares, con hombres. Todos eran fusilados y además machacados con fusiles en la cabeza. La escabechina fue tremenda. El mismo Santiago Carrillo los empujaba hasta la fosa con el pie; con algunos no podía y los arrastraba cogiéndolos de las piernas o de las manos. Después preguntó: “¿Qué tal se porta este pionero?”, refiriéndose a mi. Contestación que trabajaba mucho. Que estaban contentos, “Bien, cuidarme al Estudiante”, dijo antes de marcharse dándome una palmada en la espalada”.

La matanza de noviembre

            Así fue, a grandes rasgos, la matanza de Paracuellos efectuada los días 6, 7, 26 y 27 de noviembre. En esas fechas, la checa de Fomento había sido disuelta, formándose “un Consejo de Policía –según documentos oficiales--, presidido por los comunistas Santiago Carrillo y Segundo Serrano Poncela, a cuyo cargo quedó de un modo exclusivo el Orden Público en la capital abandonada por el gobierno rojo. El referido Consejo de Orden Público repartió a sus miembros entre las diversas cárceles de Madrid, y , tras una brevísima selección, que ya había sido comenzada por el disuelto Comité de Investigación Pública, fueron extraídos de las prisiones varios millares de presos de todas las edades, profesiones y condiciones sociales, que fueron asesinados por las Milicias de Vigilancia improvisadas por el gobierno rojo en Paracuellos del Jarama, Torrejón de Ardoz y otros lugares próximos a Madrid, donde reposan los restos de estas víctimas. Las órdenes que sirvieron para realizar estas extracciones aparecen firmadas por las autoridades de Orden Público”. Concretando más los hechos, “el 6 de noviembre de 1936 se presentaron en la Cárcel Modelo de Madrid policías adscritos a la Dirección General de Seguridad, y milicianos de Vigilancia de Retaguardia, al mando del Inspector General Federico Manzano Govantes, con una orden de libertad de presos, sin indicación de nombres ni de número; en autobuses de la Sociedad Madrileña de Tranvías se llevaron a los presos que tuvieron por conveniente, sacándolos atados, y los asesinaron en las inmediaciones de Paracuellos del Jarama y Torrejón de Ardoz. Al día siguiente, 7 de noviembre, se repiten los mismos hechos, siendo asesinados una nueva tanda de reclusos”.

            El 14 y 15 de noviembre, después de haber “peinado” Madrid varias veces, al objeto de que no quedara vivo ningún militar, citaron a los que quedaban en libertad en la Casa de la Moneda, bajo la excusa de liquidarles los haberes atrasados. Una vez dentro, los cuatro mil militares se dieron cuenta de que aquello estaba tomado. Habían caído en una trampa. Fueron trasladados en camiones hasta la D. G. S. (Dirección General de Seguridad), en la calle Infantas, y desde allí, a las cárceles habilitadas. A los pocos días fueron llevado a Paracuellos donde se les asesinó en masa.

“Esta es mi zanja, Dios mío”

            Julián tiene ahora 55 años. Vive en un pueblecito cercano a Madrid y quiere olvidarlo todo. Lo que vio teniendo 14, 15 y 16 años, lo ha revivido ahora para que los jóvenes comprendan la postura de sus abuelos cuando acuden, en estas fechas, al aniversario del Genocidio de Paracuellos. “El Estudiante” de hace 41 años, nos ha acompañado, una por una, a todas las “checas” –donde estaban las “checas”, claro--, recordando anécdotas que le ocurrían cuando llevaba, desde el despacho de Carrillo en la calle Pontejos, las listas de los que debían detener y asesinar. Hemos estado en la carretera de Fuencarral, buscando el lugar donde fue muerto el Duque de Veragua, siguiendo las indicaciones que la memoria de “El Estudiante” le recordaban. “Allí tiene que haber una granja, y más adelante un cauce de agua –decía Julián-, justo por aquí. Sí, sí, fue aquí donde nos bajamos con el Ford. Venían también los chequistas Santiago Escalona, Sagrario Ramírez y Ramiro Roig, “El Pancho”. Este último fue quien le cortó el dedo al Duque para sacarle el anillo. Y desde aquí les dispararon –se pone en posición de tiro--, y aquí cayó el Duque de Veragua, así –Julián cae al suelo imitando la posición en que quedó el cadáver del Duque antes de que Carrillo le disparara los “relamentarios” tiros de gracia- de lado, sangrando por todas partes”. El recorrido hasta llegar al cementerio de Paracuellos del Jarama fue también relativamente fácil, recordando lugares y gentes. Al llegar al Cementerio, después de santiguarse, Julián empezó a caminar como hipnotizado recorriendo las diversas zanjas, cubiertas con algunas cruces y flores. “Esta es mi zanja, Dios mío; esta es la zanja que yo hice con mis manos –exclamaba “El Estudiante” llorando como un niño--. Aquí hay miles y miles de asesinados. ¡Dios mío, qué tragedia! ¿Por qué has vuelto, Carrillo? ¡Que no vuelvan esos tiempos, por favor!”, gimoteó, finalmente, aferrado a una de las cruces donde se leían algunos de los nombres de los que allí dormían desde el año 36.

Prescritos

            Todos los asesinatos antes relatados, y miles más, hace años prescribieron sin que haya lugar para perseguir de oficio a los presuntos culpables. Muchos de los responsables han muerto, al igual que los testigos. De los primeros, algunos aún se pasean desafiantes por los cenáculos de moda. De los segundos, como en el caso de Julián, también aún quedan quienes se manifiestan dispuestos a das testimonio físico de aquellas atrocidades. ¡Dios libre a nuestro pueblo de nuevas vivencias como las que auí se evocaron en víspera a su aniversario!


Un saludo, J. M. Mora

“El mismo Santiago Carrillo les empujaba hacia la fosa con el pie” (Primera parte)

Cádiz a 20 de enero de 2011

Un documento comprometedor para Santiago Carrillo vuelve a la luz

María del Pilar Amparo Pérez García. Hace alrededor de cuatro años, llegó una carta a mi casa, sin remite, escrita con una letra temblorosa, que hacía pensar que era la de un anciano. En ella, se relataban ciertos hechos criminales cometidos por Santiago Carrillo y otros socialistas y comunistas en el Madrid de noviembre de 1936. Mi padre recordó aquello, pues según me dijo, se difundió mucho durante los años de la transición en fotocopias que pasaban de mano en mano. Intenté hacer averiguaciones, pues también me comentaron que el autor del escrito, un “Pionero” apodado “El Estudiante”, había hecho unas declaraciones recogidas en el diario “El Alcázar”, en un reportaje que levantó ampollas en noviembre de 1977, reportaje realizado, tanto en su texto como en las fotografías por el periodista Joaquín Abad.

            Hablé con el director de “La Nación”, el recientemente fallecido Félix Martialay, pensando que me podría poner en contacto con el citado “Estudiante”, ya que el trabajó en “El Alcázar” muchos años, como se sabe, y llegó a ser hasta director del diario. Sólo me pudo decir que “El Estudiante” vivía en Aranjuez. Nada más. Pero me dio la idea de que lanzase por Internet la citada carta. Eso hice, y todavía está dando vueltas por la red, pues a mi me ha vuelto a llegar varias veces.

            Comencé a buscar el reportaje de “El Alcázar”, pero sin saber la fecha, ni aunque fuera aproximada, me resultaba muy difícil. Un amigo me comentó que él guardaba el recorte de dicho documento, pero que lo tenía traspapelado. Por fin, haciendo una mudanza de cajas y objetos de hace tiempo, le apareció el citado reportaje, y me lo cedió. Tenía, y sigo pensándolo con motivo de la revanchista “Ley de Memoria Histórica”, he decidido que vea la luz, porque esa historia de buenos y malos que nos están contando, cada vez se sostiene menos de pie.

            En vista de que una generación entera, que luchó y venció en una Cruzada sin igual, ha desaparecido por ley de vida, y que sus hijos y nietos, en su gran mayoría, han apostatado de todo por lo que lucharon y murieron sus padres y abuelos, por comodidad, por complejo, por cobardía o para vivir aferrados a un buen sillón y a la mentira histórica, tendremos que ser una minoría de personas decentes, que todavía tenemos ideales y lealtad para con nuestros mayores, los que defendamos la Verdad y la Historia reciente de una Patria que fue, o al menos lo intentó, Una, Grande y verdaderamente Libre, y que ahora está siendo atacada en todos los frentes por sus enemigos de siempre: el marxismo, el separatismo y la masonería, que han sabido esperar a sacar su odio en el momento oportuno. En vista de todo esto, he aquí el documento:

Testimonio para la Historia

¡Esta es mi zanja!...¡Dios mío!

            Julián “El Estudiante” relata la intervención de Carrillo en las “checas” de Madrid y en Paracuellos del Jarama.

            No hace aún muchos días circuló una carta abierta a Santiago Carrillo firmada por “El Estudiante”, en la cual, con ciertos visos de verosimilitud, se vertían una serie de acusaciones contra el hoy Secretario General del PC. Como quiera que el firmante del escrito muy bien pudiera tener un nombre y unos apellidos completos, los reporteros de “El Alcázar” se pusieron de inmediato a realizar las oportunas averiguaciones. En efecto, existía un nombre, un testigo. En este reportaje, Julián “El Estudiante”, narra los detalles de unos acontecimientos en los cuales Santiago Carrillo tuvo, de manera directísima, una participación destacada. “El muchacho de los recados” de las “checas” de Madrid, acompañó al dirigente comunista a alguna de sus “actividades”. Este es su relato.

“Delante de nosotros mataron a un jesuita”

            Aquella mañana –cuenta Julián a El Alcázar- entraron en el colegio cierta cantidad de milicianos y milicianas quienes, delante de nosotros, mataron a un jesuita que nos daba clase de química en aquel momento. Mi abuelo me sacó del internado y quiso que viviera con ellos en Cuatro Caminos, en la calle de Jaén. Pero la guerra había sido declarada y todo estaba en ruinas. Los adoquines de la calle Bravo Murillo estaban levantados sirviendo de parapetos para que los frentes no entraran. Por las noches no había luz, y yo escuchaba el tiroteo mientras me dirigía al metro de Alvarado, donde dormí varios años. Mi familia no podía proporcionarme alimentación porque escaseaba. Me enteré, por mis amigos, que también dormían en el metro, que en le “checa” del Marqués de Cubas daban carne de búfalo. Me presenté allí y le dije al miliciano que estaba en la puerta que tenía hambre. Recuerdo que aquel miliciano me pareció demasiado joven. Vestía con un mono azul y un gorro con orla; tenía puesto un correaje con una bayoneta, llevaba un mosquetón.

            Me preguntó si pertenecía a los “pioneros”. “Yo no sé qué es eso” –le respondí-. “Pasa dentro, pionero”, me dijo. Al rato, trajeron un plato de aluminio con carne de búfalo y un chusco de pan. No dejé ni las migajas. El miliciano de la puerta me prometió que si iba todos los días me darían de comer. Yo, con catorce años, pero bien desarrollado, empecé a acompañarles a donde me llevaban. Vi como saqueaban las casas, como sacaban las remesas de, según ellos, “los martirizados”.

Carrillo: “¡córtale el dedo, leche!”

            Uno de los días, en la “checa” de la calle Marqués de Cubas, en la tercera habitación del pasillo de la derecha, recuerdo cómo los milicianos le pegaban a un señor que estaba atado a una silla de madera con brazos. No sabía quién era ni porqué le daban guantazos en la cara hasta partirle el labio… Después de aquello, al amanecer, creo que fue el 24 de agosto, me montaron en un “forito”, ocho cilindros, muy viejo, y fuimos a la carretera de Fuencarral. Al rato, llegó un coche alargado de donde se bajaron cuatro milicianos, y el quinto, el jefe de las “checas”, que yo aún no conocía entonces. Vestía un tabardo marrón y unas botas. No tendría más de 23 ó 24 años. Era Santiago Carrillo. Apearon a tres señores y una señora, les hicieron andar sobre la cuneta unos doce metros, y sin que yo me lo esperara, sacaron las metralletas y los mataron a los cuatro. Carrillo, que había dado la orden de ejecución, saltó a la cuneta y me dijo: “Pionero, estudiante, ven acá. ¿Sabes quién es este?” –Señalando a uno de los ejecutados que estaba tendido en el suelo en un charco de sangre--. Este es el Duque de Vergara, el fascista número uno de España”, añadió Carrillo mientras sacaba una pistola de debajo del tabardo (que recuerdo perfectamente, del nueve largo), y disparó tres tiros sobre el cráneo del Duque, que ya estaba bien muerto. Hecho esto, Carrillo vio en la mano del cadáver una sortija con brillantes que parecía de valor, y dirigiéndose al Guardia de Asalto Ramiro Roig, “El Pancho”, le ordenó: “¡Quítale el anillo!”. El otro empezó a tirar sin conseguir que saliera. “¡Córtale el dedo, leche!” –reclamó Carrillo indignado--. El Guardia sacó una navaja del bolsillo y destrozó la mano hasta que consiguió sacar el anillo, y se lo dio a su jefe. Recuerdo perfectamente que Santiago Carrillo, después de limpiar la sangre de la sortija, con broza que tomó del suelo, se la guardó en el bolsillo y, cogiéndome por encima del hombro, me subió en el Ford. Emprendimos viaje de regreso. Una vez en la “checa” de la calle Marqués de Cubas, después de un rato, salió Carrillo y le dijo al Guardia de Asalto: “A este pionero que no le falte de nada, y me lo lleváis a Paracuellos para que ayude a lo que tenga que ayudar”. Yo no sabía a qué se refería Carrillo, pero como todos los días me daban de comer, andaba con el puño en alto muy obediente.

Archivos de la Causa General

            En los archivos de la Causa general, instruida por el Ministerio Fiscal nada más acabar la contienda civil, consta documentalmente que, los “Duques de la Vega y Veragua –este último descendiente del descubridor de América, de edad avanzada y que ninguna actividad política había desarrollado durante su vida-, fueron detenidos, por móviles exclusivos de robo, por unas milicias socialistas dirigidas por un individuo de ese partido, llamado Zacarías Ramírez, convertido en Capitán. Fueron inútiles todos los requerimientos de las representaciones diplomáticas para que el Ministro de Asuntos Exteriores, Álvarez del Vayo, garantizara la vida de los detenidos, que ningún peligro representaban para el régimen rojo. Finalmente, los dos mencionados señores fueron asesinados después de un prolongado secuestro, no sin que antes el jefe socialista obligase al Duque de Veragua a transmitirle, bajo ciertas solemnidades jurídicas, la propiedad de una finca que el Duque poseía en la provincia de Toledo”. Por aquellas fechas Santiago Carrillo era el jefe de las “checas” de Bellas Artes y Fomento, después sería ascendido, por méritos, a Consejero de Orden Público del Gobierno rojo, Comisario equivalente a Ministro de Orden Público, antes de Gobernación y ahora del Interior.

            Sobre las actividades de las “checas”, datos recogidos por la Causa General señalan que “dentro de la identidad criminal entre todas las “checas”, se destacan las del Partido Comunista por su ferocidad y ensañamiento, ya  que no conformes con asesinar a sus víctimas, les hacen antes objeto de los martirios más crueles, no habiendo una sola “checa” comunista en Madrid en que estos martirios no se aplicasen con carácter casi general”.

“Por Dios, no me torturen más”

            Pionero “El Estudiante”, como le apodó Santiago Carrillo, sin darse realmente cuenta de dónde se estaba metiendo, continuó visitando las “checas”donde sus nuevos amigos le daban de comer todos los días, a cambió de que fuera con ellos y levantara el puño cuando se lo mandaban.

            Tres días después de que mataran al Duque de Vergara y sus acompañantes, el 29 de agosto, Carrillo y su chófer, el comunista Juan Izascu, recogieron al “Estudiante” de la “checa” de Marqués de Cubas y fueron a Fomento, junto a la Estación de Atocha, en un Ford martícula M-984. “Recuerdo que era de noche –nos dice nuestro testigo—cuando llegamos. Bajamos a un sótano donde esperaban la llegada de Carrillo los chequistas Manuel Domínguez “El Valiente” y el Guardia de Asalto Juan Bartolomé. Allí estaba sentada una mujer joven, de unos treinta años o más, con la ropa a jironazos, casi desnuda, que no hacía más que llorar y suplicar que no la pegaran más. Llegó por fin al sótano Santiago Carrillo y dio al tal “El Valiente” la orden de quemarle los pechos, orden que éste cumplió utilizando un cigarro puro. La mujer suplicaba “por Dios” que el tormento cesase. Luego me dijeron que se trataba de una monja, Sor Felisa del Convento de las Maravillas de la calle Bravo Murillo. Aquello me quedó muy grabado en la mente y no lo olvidaré jamás. He pasado muchas noches sin dormir recordando crímenes de estos. No sé qué pasó luego con la monja, supongo que moriría en las manos de aquellos chequistas que disfrutaban ultrajando a una religiosa.

Continúa en el siguiente post

Un saludo, J. M. Mora

El Ministerio de la Gobernación republicana regula la detención de sospechosos.

Cádiz a 20 de enero de 2011

""Excmo. Sr.: La necesidad de apartar de toda actividad peligrosa para el Régimen a personas sospechosas de ese ejercicio, obliga a las autoridades a proceder a detenciones numerosas. Es necesario que ellas sean una garantía para el Estado republicano y también para los propios detenidos.
Para ello, el ministro de la Gobernación ha dispuesto:

1.º Las detenciones, salvo el caso de sorprender el delito in fraganti, sólo podrán ordenarlas las autoridades militares y gubernativas y sus agentes. Se consideran como tales, además de los que tienen este carácter, los milicianos que posean carnet de Milicias de Vigilancia de Retaguardia (M. V. R.)
En los casos de sorprender in fraganti a un delincuente, cualquier ciudadano tiene el deber de practicar la detención, entregando el detenido a la autoridad más próxima.

2.º Todo detenido será inmediata y necesariamente conducido desde el lugar en que se haya practicado la detención al local que señalará la Dirección General de Seguridad.
Queda prohibido el conducir a los detenidos a local distinto del señalado por el citado Centro.

3.º Al ser entregados los detenidos en el local habilitado para ello, se dará a quien les conduzca una hoja en la que se hará constar: nombre, apellidos, edad, naturaleza y domicilio del detenido, número del carnet de quien lo entrega y causas de la detención.

4.º Además de las autoridades y sus agentes, que podrán someter a interrogatorio a los detenidos, podrán también realizar esta función delegados del Comité de Investigación, quienes hubieran practicado la detención y quienes la hubieren interesado.

5.º A las setenta y dos horas de la detención, la Dirección General de Seguridad, oído el Comité de Investigación, o los autores de la detención, o quienes la hubieren interesado, clasificará a los detenidos en uno de estos grupos:
a) En libertad.
b) A disposición del Tribunal especial de Jurado popular.
c) A disposición del Tribunal especial de represión del fascismo.
d) Detenido gubernativo.
Los detenidos por causas que no tengan relación con la rebelión, serán puestos a disposición de Juez competente.

6.º En el caso en que un detenido hubiese sido puesto en libertad y por existir nuevas pruebas sobre las mismas causas que hubieren producido la detención fuese necesario detenerle nuevamente, será preciso autorización escrita de la Dirección General de Seguridad, que la dará en vista de las nuevas pruebas que se aportaren.
A todo detenido puesto en libertad se le proveerá de un documento en el que se hará constar:
Nombre y apellidos.
Naturaleza.
Edad.
Fecha y causa de la detención.
Fecha de la libertad.
Este documento no tendrá otro efecto que el de poder exigir su portador la Orden escrita de su nueva detención, cuando quien la intente alegue igual causa.
Madrid, 9 de octubre de 1936.

Ángel Galarza
Señores director general de Seguridad y gobernadores civiles de las provincias.

Gaceta de Madrid, 11 de octubre de 1936, núm. 285, pág. 294""

Díaz Plaja, F. (1975). El Ministerio de la Gobernación republicano regula la detención de sospechosos, en Madrid, 9 de octubre de 1936, Ángel Galarza, Señores director general de Seguridad y gobernadores civiles de las provincias, Gaceta de Madrid, 11 de octubre de 1936, núm. 285, pág. 294. La España política del siglo XX, (185-186), Barcelona: Plaza & Janes, S. A.

Un saludo, J. M. Mora

El cervatillo

Cádiz a 20 de enero de 2011

No sé si el Partido Socialista Obrero Español tiene ahora claro lo que es un ser humano, o no lo tiene todavía. En cualquier caso intentaré explicarles, humilde y llanamente, que tienen cabeza, pies, y que suelen ir vestidos en las sociedades europeas y en otras partes del mundo. En algunos casos es obligatorio, por ley, y en otros casos lo obligatorio es ir desnudos o desarmados.

Por razones que se pueden evidenciar físicamente no es posible que todos los seres humanos que integran una región o territorio, aunque éste pertenezca al levante moderado de fuerza cuatro, o a la brisa, planteen sus posturas en el Hemiciclo diseñado a tal efecto, o se integren entre los diputados. Esto no es físicamente posible. De ahí que la esencia etiológica del diputado es la representación de los diferentes sectores de la población.

En este sentido, el insulto, la descalificación, el desprecio o el comportamiento sectario, tiene una gravedad, sin duda, cuando es ejercido entre ciudadanos, pero esta gravedad no es comparable a la que conlleva el hacer uso de estos métodos por parte de los ciudadanos cuyo trabajo consiste en la representación de otros.

Por tanto, ruego, a los miembros de los parlamentos nacionales o autonómicos o de cualesquiera índole, tengan a bien especificar con precisión a quien se refieren cuando dicen que el insulto no es una medida razonable y  bla, bla, bla. Porque no es lo mismo que tal medida la utilice un parlamentario en un medio público o que lo pueda hacer un ciudadano a través del medio que le sea posible, máxime cuando éste lo puede estar haciendo en defensa propia.

Por tanto quede aquí reflejado claramente mi interés en observar detenidamente las características peculiares del Señor Alfredo por cuanto resulta de interés a la hora de gestionar la digestión de sus proclamas o manifestaciones, del mismo modo que interesa observar detenidamente el comportamiento de la rata negra por sus características infecciosas y de propagación bacteriana.

En mi opinión las divergencias entre la peste bubónica y la llamada peste roja o infección roja son inexistentes y sin duda resulta, más que sano: necesario, en nuestros días establecer estos criterios con claridad en virtud de coadyuvar en la medida de lo posible al restablecimiento de la integridad funcional en la vida pública.

Dado el caso, a nadie le resulta agradable hablar de amputación por lo que conlleva de escisión traumática, generalmente de un miembro. Sin embargo, este tratamiento que siempre resulta desagradable se transforma en mal menor cuando de su ejecución depende la vida del organismo completo. Es de comprender que no resulta, tal vez, agradable hablar de ratas negras a renglón seguido de comentar aspectos netamente políticos de la figura del Señor Alfredo. Quizá fuese más edificante, circunscribiéndose a la integridad del sujeto, mencionar al cervatillo o a la pantera, pero; ¿Queremos salvar la pierna y enterrarla junto al cuerpo, o queremos salvar al cuerpo?

Un saludo, J. M. Mora

martes, 18 de enero de 2011

El picadero de Paterna (Segunda parte)

Cádiz a 19 de enero de 2011

Continuación del post anterior

Y los adláteres rojos tuvieron que prohibir temporalmente la permanencia de los espectadores en las cercanías del Picadero. No podían entrar más que ellos, los “redentores” de la Humanidad, los que se “sacrificarán” por el obrero.
            Fue cuestión de días.
            Luego, todo continuó igual: tránsito libre, alegría, libre… Todo era libre.
            Hasta para matar a quien no pensaba y procediera en rojo, había libertad y premio.
            Entre los diversos episodios sucedidos en el Picadero, el que, sin duda alguna, apasionó más por las circunstancias especiales en que se desarrolló, fue el de un joven que, herido en una pierna, logró saltar en supremo impulso de su instinto de conservación, la tapia del cuadrilátero –unos dos metros de altura—y desaparecer.
            Era de noche. Varios milicianos salieron rápidamente en su busca. Dieron una minuciosa batida, pidieron documentación a los no conocidos, interrumpieron la marcha de trenes y coches y detuvieron a varias personas…
            Pero el fugitivo no fue hallado.
            Y hoy vive.
            Todo esto constituía la vida normal. Cuantos más asesinados, más normalidad de costumbres.
            Día de veinte muertos, era día anormal. Por ser pocos.
            ¡Picadero! Matadero llamaban todos.
            Millares y millares de crímenes se cometieron en él.
            Oficiales y jefes del Ejército, personalidades políticas, ex diputados, escritores, periodistas, propagandistas de la fe, sacerdotes, monjas, obreros, campesinos, estudiantes (algunos niños todavía), abogados, médicos, comerciantes, industriales, mujeres familias enteras fueron inmoladas a la vesania rojo-separatista.
            Desde agosto de 1936 a enero de 1937, fue el Picadero tránsito diario y frecuente de mártires. La cifra era por días más aterradora. Cien, doscientos y hasta a trescientos diarios llegó.
            A partir de enero de 1937 y por imposición de los alumnos de la Escuela Popular de guerra de Paterna –evadidos casi en su totalidad a las filas nacionales—cesó, aunque no por completo, tan escandalosa matanza.
            A partir de entonces, el número fue más reducido y los asesinatos iban precedidos de una falsa aureola de legalidad que unos farsantes la concedían con aparatosos juicios para tratar de engañar y de engañarse a sí mismos. No era más que un pretexto para anular su conciencia.
            A principios de otoño de 1938, varios centenares de presos políticos fueron trasladados del Pla Vallesa (cerca de Ribarroja) a Paterna (Molino de la Tandera).
            Los había de todos los puntos de España: Córdoba, Málaga, Jaén, Badajoz, Madrid, Ciudad Real, etc.
            Fueron detenidos muchos de ellos en los primeros días del Movimiento y llevaban padecidas mil calamidades que habían terminado con la vida de varios camaradas y trasformado a otros en verdaderas piltrafas humanas.
            Eran empleados en trabajos forzados, y sus guardianes descargaban sobre ellos todo el virus que poseían y la indignación producida por los reveses militares.
            Comían mucho peor que los soldados del Ejército rojo y vestían y calzaban lo que podían encontrar, negándoseles la recepción de ropa y comida que personas caritativas les ofrecían. Por tal motivo, muchos de ellos iban semidesnudos en pleno invierno, y la mayoría, descalzos.
            Las torturas a que se les sometía con frecuencia sólo tienen comparación a las practicadas en las “checas”. Uno de los castigos más usados consistía en obligarles a posarse sobre un ladrillo de moscas, y cuando el preso intentaba ahuyentarlas, los guardianes descargaban con furia sobre sus espaldas fuertes latigazos que les hacían caer exhaustos, encogidos de dolor.
            La llegada de los presos a Paterna produjo en la población un movimiento de simpatía hacía ellos, que se reflejaba en los donativos de objetos necesarios, que no siempre recibían.
            Es inenarrable la alegría con que acogieron la llegada de las tropas victoriosas del Caudillo, que les ofrecía como presente la libertad, una España recuperada y un porvenir.
            ¡Hombres y mujeres que, en la hora suprema, ante el más allá, no reprimieron un grito de rebeldía ante la traición y la anti-patria!
            ¡Mártires que lo dieron todo por la GRAN CAUSA!
            ¡Gloriosos héroes que desde lo alto siguen nuestros pasos en las decisiones que han de engrandecer a España!
            ¡VIGILADNOS! ¿Vigiladnos para que, ni por un solo momento, deje de funcionar lo que con torrentes de sangre pusisteis vosotros en marcha!
            Nosotros, desde aquí, en nuestro puesto asignado, sin titubeos, sin un gesto de desaliento os tenemos ¡PRESENTES!""

Alcalá, César. (2007). El picadero de Paterna, en Las Provincias. Las Checas del terror, (215-220), Madrid: Libroslibres.

Un saludo, J. M. Mora

El picadero de Paterna (Primera parte)

Cádiz a 19 de enero de 2011

""En el año 1940, el Almanaque que publicó el diario “Las Provincias” de Valencia incluyó un artículo de Vicente Cardona dedicado al Picadero de Paterna. Los datos aportados por Cardona son escalofriantes y se definen por sí solos:

“El sol caliginoso de julio despertaba con su fuego el sentimiento ruin de la horda, dueña absoluta de la situación.
            La chusma ya coleaba con furia al brillar el primer chispazo.
            Habían sabido rodearse sus dirigentes de las más exquisitas comodidades y preparado el terreno para dilatar lo más posible una vida llena de holganza, diversiones y libertinaje. Y se mostraban dispuestos a no dejar escurrir fácilmente de sus manos un porvenir inmediato que se les presentaba ­­­–aparentemente— con tan halagüeños auspicios.
            Y por ello llegó el crimen…
            A los días preñados de impaciencias y temores sacrilegios e incendios, registros e insultos y amenazas, sucedieron otros con hechos consumados y sus comentarios y el asalto al Cuartel de Ingenieros, con el alevoso asesinato de tres oficiales, no sin antes haber desarrollado sus organizaciones –el sargento Fabra a la cabeza— un melodrama cuyo contenido nadie creyó como verídico.
            Con los primeros días de agosto comenzaron a verse en las carreteras que conducen a Paterna los primeros cadáveres de hombres patriotas, víctimas de su españolismo, su religión y su honradez.

            Los comentarios a los primeros crímenes –sorpresa y miradas de duda— llevaban en sí todo un proceso de piedad y terror.
            Primero, siete. Al día siguiente, doce. Más tarde, quince, y veinte y treinta. Y así sucesivamente y progresivamente.
            Hasta que la sorpresa se convirtió en costumbre y la duda en temor, y el crímen se adaptó a métodos más “legales”.
            Con grandes camiones eran llevadas decenas y decenas de personas que eran lanzadas rudamente al suelo y cazadas a tiros por los sicarios rojos junto a las Galerías de Tiro y al “Terrer”.
            Allí se ejercitaban en el tiro al blanco los profesionales del crimen –poseedores de un filón inagotable de salvajismo y embrutecimiento— en medio de escandalosas carcajadas.
            Cuando esto no ofrecía las debidas garantías de seguridad, por tratarse de campos abiertos de donde intentaban escapar los presos, se pensó en el Picadero, local cerrado por tapias, que permitían además presenciar tan execrable espectáculo a los que, con sus conversaciones, excitaban –aún más— a cometer toda clase de atropellos, desórdenes y violencias.
            La marcha de las operaciones militares en los frentes de batalla encontraban fiel reflejo en el movimiento y la agitación que se observaba en el Picadero, Galerías y “Terrer”.
            El número de crímenes guardaba proporción con las derrotas de los rojos. Y éstos, ante su magnitud, actuaban más intensamente para calmar su desesperación.
            La angustia española aumentaba diariamente con las noticias que de Paterna llegaban con rapidez a todos los hogares españoles considerados con cierto marchamo anti anarcomarxistas.
            Fue entonces cuando puede aquilatarse en toda su extensión el sentimiento que animaba en cada uno de aquellos que formaban la horda, aquella ola de gentes que se movían a impulsos de afanes inconfesables y que gritaban hasta enronquecer formando en derredor de los ejecutores un ambiente que no permitía el paso de un solo átomo de humanitarismo o de justicia. De aquella justicia de que tanto alardearon y que estuvo carente de interpretación durante treinta y tres meses en la zona geográficamente roja.
            Porque el Picadero, situado en la parte derecha de la carretera de Valencia a Paterna, en una pequeña hondonada, era dominado desde los alrededores del Cuartel, con el que sólo le separaban escasos metros de distancia.
            Desde allí, en los días en que se anunciaba de antemano la hora de llegada de algunos camiones con “fascistas para despachar”, presenciaban numerosos salvajes –mujeres inclusive—el espectáculo que ofrecían cien personas indefensas, demacradas por los sufrimientos, comidas por el hambre y la miseria y lanzadas al cuadrilátero para entretener y alimentar con sus convulsiones y muecas de dolor; con sus gritos desesperados de inocentes martirizados, los deseos de una muchedumbre sin alma, enajenada por una borrachera de sangre caliente, y que se entusiasmaba hasta lo indecible e insultaba groseramente a las víctimas, recibiendo con jolgorio los gritos que el dolor arrancaba a tantos desgraciados que rodaban por el suelo bañados en sangre, retorciéndose en las últimas convulsiones de la más amarga de las agonías.

            Cuando esta chusma pudo comprobar, por cotidiana experiencia, que en ocasiones se retrasaba la llegada de la trágica carga, optó por asistir a la hora exacta anunciada por los que de ellos estaban sabedores… Pero con la comida o la cena envuelta, con el fin de no abandonar el sitio cogido para volver a casa y comer.
            Ocasiones hubo en que aquello ofrecía el más completo aspecto de un campamento de excursionistas en alegre francachela, esperando la llegada de la mejor diversión del programa.
            ¡Saludos altisonantes! ¡Gritos escandalosos reclamando brevedad en la espera! ¡Conversaciones del pésimo gusto! ¡Exclamaciones e imprecaciones de deseos insatisfechos! ¡Blasfemias con frecuencia bochornosa!
            Y era lo más corriente oír frases como: “¿Hace rato que habéis venido? Pues aún conseguisteis buen sitio. Nosotros esperamos más de dos horas que traigan a “esos”, pero no estamos dispuestos a abandonar este puesto. Aunque tardaran dos días. ¿No os parece?”. “¡Primera fila! Desde aquí no perdemos detalle”. “Oye: ¿viste ayer aquel que estuvo a punto de saltar? Creía el muy c… que estamos tontos. Menos mal que el de la capucha tiene buena puntería”. “Pues como tarde mucho, me voy, según he oído decir, hoy no traen más que cincuenta, y para esto…” “Sí, eso dicen, pero hay guardias civiles y dos o tres comandantes”.
            La barahúnda era apasionante. La espera se les hacía larga…
            Y de pronto, un murmullo de satisfacción brotaba de la gentuza. Se percibía cercano el motor de varios coches.
            --Ya están ahí.
            Y con gran alborozo se acomodaban lo mejor posible para ver como nadie. La satisfacción saltaba de sus rostros. Ni al despedazamiento de cristianos por las fieras en el circo romano podía esto compararse.
            Se acercaba el camión –o los camiones—hasta la puerta del Picadero, de modo que, al saltar los sentenciados, cayeran en tierra que había de recoger su último aliento.
            En el fondo del recinto se colocaban los ejecutores, cubiertos con capuchas para no ser reconocidos. Sostenían en sus manos sendos fusiles ametralladores y esperaban atentos el momento de actuar, acompañados numerosas veces de otros, que, sin capucha, disparaban de cuando en cuando por sport.
            Los que iban a morir, entraban lentamente, retrocediendo, debatiéndose en la impotencia; con deseos de expansión, de vida, negándose a morir de tal forma; condensando sus energías; poniendo en tensión sus facultades para intentar un último esfuerzo en evitación de tan monstruosos sufrimientos.
            Algunos, débiles en extremo, extenuados totalmente por un trato salvaje y brutal, superior a su naturaleza, apenas tenían fuerzas para oponerse. Sus ojos, reflejando el paroxismo de la tortura, se salían de sus órbitas.
            Entre gritos e insolencias asistían las víctimas al desfile trágico de su última hora y lanzaban un postrer adiós vibrante, velado por la inenarrable emoción de un epílogo sangriento que era el comienzo y la garantía –siempre—de un definitivo despertar nacional tras el letargo vergonzoso de un largo período agónico.
            Y una ráfaga de tiros acababa de tejer el drama diario de centenares de hogares.

            Drama para los que daban sus vidas en holocausto de una Causa Santa.
            Comedia para aquellos que con refinada crueldad, despedían con vituperios y risotadas a los mártires, que, ya muertos, eran registrados y desvalijados.
            Es conocido el caso de un anillo que, al no poder sacarlo del dedo de un cadáver, le fue cortado aquel por los cuervos que merodeaban –autorizados—para medrar en el crimen.
            Era el premio a sus servicios.
            De agosto del 36 hasta principios de 1937, fueron meses de muerte los que transcurrieron.
            De calor y frío.
            Calor de excitación, de sangre derramada.
            Frío en las almas.
            Noches de silencio de muerte.
            De silencio rasgado –costumbre tenebrosa—por el trágico tableteo de las ametralladoras.
            Momentos de recogimiento. De temor. De oración.
            De compasión y admiración hacia aquellos cuyos gritos de héroes --¡CAÍDOS POR DIOS Y POR ESPAÑA!—hendían los aires y llegaban a todos los lugares de la nación, que se sacudía gloriosamente la pesada carga amontonada durante largos años por sus detractores.
            Hería luego los oídos el gruñido de los camiones siniestros con su santa carga en dirección al cementerio. Iban a veces por el campamento y otras atravesando el pueblo.
            Su sola visión anudaba las gargantas, que estallaban al fin en apagados sollozos entremezclados con oraciones.
            Pero el espectáculo no terminaba con la muerte de los inocentes.
            Continuaba sobre los camiones, donde varias mujeres y algún hombre bailaban sobre los cadáveres, de manos heridas. Formaban un montón de terribles dolores y los momentos que aún podían vivir, sólo significaban para ellos una interminable tortura.
            Y culminada –inigualable sacrilegio de concepción sin par—en la fosa misma, adonde echaban a aquellos entre el escarnio y la mofa, cubriéndolos luego con cal.
            Así día tras día…
            Noche tras noche…
            En las ejecuciones, quien mostraba cierta ligera disparidad, no por los asesinatos, sino por la burla, se introducía en zona de inminente peligro.
            Un destacado izquierdista local, con ocasión de hallarse presente en el Picadero, una tarde de “actividad” junto a un grupo que exageradamente se reía y burlaba de un anciano que, ya herido, caía bruscamente cuantas veces intentaba levantarse, dijo en términos cordiales:
            --Eso que hacéis no está bien. Se trata de un viejecillo con canas…
            No le dejaron terminar. Fue amenazado con correr la misma suerte y únicamente a su sello de mandada adhesión al “Gobierno leal” debió su salvación.
            Hasta tal punto agradaba el macabro espectáculo, que dada día era más crecido el número de personas –léase bestias peligrosas—que asistían a él.

Continúa en el siguiente post.


Un saludo, J. M. Mora

IDEA

Cádiz a 18 de enero de 2011

IDEA: Agencia de Innovación y Desarrollo de Andalucía, es una agencia que pertenece a la llamada administración paralela, pura mafia que tratan a los ciudadanos con la punta del pie dejando bien orinados los límites de su coto. Dentro de sus líneas de apoyo a la empresa, gestionan el cheque innovación aprobado por ORDEN de 9 de diciembre de 2008, por la que se establecen las bases reguladoras de un Programa de incentivos para el Fomento de la Innovación y el Desarrollo Empresarial…

Pues bien, estos cheques se dividen en tres modalidades, dotadas con 2.000, 3.000 y 6.000 o 9.000 euros. Ahora bien, este dinero no va en ningún caso a parar a la cuenta corriente del interesado, no. El dinero es gestionado por la propia agencia y destinado a unas empresas de consultoría encargadas de realizar estudios de mercado, estrategias mercantiles, etc. Dichas consultoras están homologadas por la Junta y son desconocidas para el usuario mientras no se le conceda la ayuda.

Quiere esto decir, que usted puede solicitar una ayuda autonómica con la cobertura del Fondo Social Europeo, destinada por ejemplo a la elaboración de una estrategia comercial,  sobre la cual usted en principio ignora quien la va a realizar ya que no se le facilita la lista de consultoras que sin lugar a dudas tiene el carácter de privadas y que se van a embolsar 9.000 euros por elaborar, por ejemplo, una metodología de innovación para su empresa.

Un saludo, J. M. Mora

DC Wafers: Son diez mill.

Cádiz a 18 de enero de 2011

César Pallarés Torres, Ismael Guerrero Arias y J C R H fundan la mayor empresa de placas solares en España, concretamente en León. La empresa recibe diez millones de euros en ayudas estatales. César Pallarés Torres, a fecha de 31/03/2007 es concejal socialista, vocal de las comisiones de urbanismo del Ayuntamiento de Ribesalbes. Las subvenciones son obtenidas desde “axis”, del Grupo ICO.

Los argumentos del Partido Socialista Obrero Español no existen. Solo existe la triquiñuela, el truco, la amenaza velada, el terrorismo, la ilegalidad, la perversión, el hurto, la caradura, la ausencia de vergüenza, el hedor, el raterismo, el asesinato, la estafa, la represión, el sectarismo, la mal llamada dictadura del proletariado. En mi opinión, su forma política y social semeja al puro animal como puede serlo por ejemplo la rata negra, el cerdo o el sapo, su alma máter es la oligofrenia.

Subyace a la democracia la posibilidad de que el poder recaiga no en quien lo merece, o sobre quién la naturaleza o Dios a dejado caer mayores dotes de mando que se pueden resumir, como pilar fundamental, en la visión de conjunto y en consecuencia la actuación que ofrece mayor cobertura social, sino en quien resulta interesado de modo sectario. Del mismo modo, no es difícil concluir que separar lucha de clases y sectarismo es contrario a la lógica más simple.

La ambición de poder del socialismo tiene un objetivo fundamental que es el hurto y la explotación del ciudadano. Mezclado con estos principios aparece el genocidio, el aplastamiento de las libertades y el control del pensamiento humano y social. Éstas son características fundamentales del enfermo mental, del psicópata, del acosador perverso. Efectivamente, se caracteriza el fenómeno por argumentar en un sentido y en el contrario, por decir una cosa y su contraria y permanecer impertérrito.

En este orden dada la ausencia de principios, de toda ética y de moral, pueden resultar en muchas ocasiones sorprendentes sus reacciones. De hecho, un pilar en el cuerpo socialista, una competición interna, es el ponerse a prueba entre ellos mismos para ver quien es capaz de la mayor perversión, de la triquiñuela argumental más irrisoria, donde por descontado resulta un valor añadido la inmoralidad en el sentido de su exposición. En definitiva, la cosa es de una caradura terrible, no se puede entender tal carencia.

Un saludo, J. M. Mora

sábado, 15 de enero de 2011

Decreto reservado para transportar el oro del Banco de España; protesta del general Franco

Cádiz a 16 de enero de 2011

Decreto reservado para transportar el oro del Banco de España

"Ministerio de Hacienda. –Excmo. Sr.: Por Su Excelencia el presidente de la República, y con fecha 13 del actual, ha sido firmado el siguiente Decreto reservado de este Departamento ministerial: "la anormalidad que en el país ha producido la sublevación militar aconseja al Gobierno adoptar aquellas medidas precautorias que considere necesarias para mejor salvaguardar las reservas metálicas del Banco de España, base del crédito público. La índole misma de la medida y la razón de su adopción exigen que este acuerdo permanezca reservado. Fundado en tales consideraciones, de acuerdo con el Consejo de Ministros y a propuesta del de Hacienda, vengo en disponer, con carácter reservado, lo siguiente: Artículo 1.º Se autoriza al ministro de Hacienda para que en el momento que lo considere oportuno ordene el transporte, con las mayores garantías, al lugar que estime de más seguridad, de las existencias que en oro, plata y billetes hubiera en aquel momento en el establecimiento central del Banco de España. Artículo 2.º El Gobierno dará cuenta en su día a las Cortes de este Decreto. – Lo que comunico a V. E. para su conocimiento y efectos oportunos. – Madrid, trece de septiembre de mil novecientos treinta y seis."

La dominación roja en España. Causa general. Madrid, 1961, 4.ª edición, Anexo XIII


Protesta del general Franco 

"Nota oficial del jefe del Gobierno del Estado."

"El general Franco se dirige por radio a los gobiernos de todas las naciones para protestar contra la expoliación sin precedentes que realiza el llamado Gobierno de Madrid al disponer libremente de las reservas nacionales de oro.

El Gobierno español no tiene derecho a disponer del oro depositado en el Banco de España para los fines a que acaba de ser aplicado por los rojos de Madrid. Ese oro cumple la finalidad exclusiva de garantizar la cobertura de los billetes de acuerdo con los preceptos constitucionales y forma parte del patrimonio nacional de igual modo que el territorio de la nación.

Conforme al artículo 8.º de la Constitución republicana, es preciso el voto de las Cortes para exportar oro destinado a compras o empréstitos en el extranjero y el voto deberá establecer al mismo tiempo los procedimientos y modalidades de esta operación.

El régimen del Banco de España, en sus relaciones con el Estado y con los portadores de billetes, ha sido fijado por las leyes votadas por las Cortes y no modificadas por ellas. Contra el uso que ahora se hace de las reservas nacionales de oro han protestado enérgicamente los consejeros del Banco de España, unos en Burgos, donde hace poco tiempo se reunieron a este efecto; otro en Madrid, donde han hecho sentir su voz valerosa, aunque inútilmente.

Es de señalar que la aceptación de estas reservas por cualquier Estado extranjero constituiría una flagrante violación de la neutralidad, ya que además de facilitar la exportación equivaldría a prestar auxilio a una de las partes en el conflicto, auxilio tanto más directo si se considera que el uso a que se destina este oro suele ser la adquisición de armas y material de guerra y que una vez fuera de España puede pasar fácilmente de un país a otro. Su sola presencia en el extranjero estimula las ofertas de armas hechas en favor de uno de los combatientes, dando lugar a posibles repercusiones internacionales.

No hay neutralidad efectiva si se tolera que una de las partes en conflicto disponga libre y exclusivamente de nuestro oro nacional, y por ello cabe pedir que los Gobiernos que a propuesta del francés se han adherido a la prohibición estricta de exportar material de guerra a las fuerzas que luchan en nuestra nación, ejerzan estrecha vigilancia sobre el oro ilegalmente exportado al extranjero.

Es de observar que estos envíos de oro, contra los que protestó en su día la Junta de Burgos, exceden de las caridades necesarias para la adquisición inmediata de armamentos y municiones.

El propósito de continuar la expoliación de que se hace víctima a España parece continuarse con el traslado a un puerto mediterráneo del stock que quedaba en el Banco.

Los depósitos establecidos en París y Toulouse que pronto ocuparán Madrid, y no es menos grave el peligro que estos fondos queden eventualmente en poder de los extremistas, que los utilizarán seguramente para seguir creando conflictos.

El general Franco tratará de recatar ese oro por todos los medios y perseguirá como culpables de fraude por robo a cuantos intervengan en este tráfico ilícito, defendiendo así no sólo los intereses de España, sino los de aquellas naciones con las cuales mantiene España relaciones comerciales, que resultarían perjudicadas como consecuencia del empobrecimiento de nuestro país."

Heraldo de Aragón, jueves, 15 de octubre de 1936, pág. 4

Díaz Plaja, F. (1975). Decreto reservado para transportar el oro del Banco de España, en Consejo de Ministros, a propuesta del Ministerio de Hacienda; Protesta del general Franco, en Heraldo de Aragón. La España política del siglo XX, (185-186), Barcelona: Plaza & Janes, S. A.

Un saludo, J. M. Mora

viernes, 14 de enero de 2011

El general Franco, jefe único de la España Nacional

Cádiz a 15 de enero de 2011

La Junta de Defensa Nacional, creada por decreto de veinticuatro de julio de mil novecientos treinta y seis, y el régimen provisional de mandos combinados, respondían a las más apremiantes necesidades de la liberación de España. Organizada con perfecta normalidad la vida civil en las provincias rescatadas y restablecido el enlace entre los varios frentes de los Ejércitos que luchan por la salvación de la Patria, a la vez que por la causa de la civilización, impónese ya un régimen orgánico y eficiente, que responda adecuadamente a la nueva realidad española y prepare, con la máxima autoridad, su porvenir.

Razones de todo linaje señalan la alta conveniencia de concentrar en un solo poder todos aquellos que han de conducir a la victoria final, y establecimiento, consolidación y desarrollo del nuevo Estado, con la asistencia fervorosa de la nación.

En consideración a los motivos expuestos, y segura de interpretar el verdadero sentir nacional, esta Junta, al servicio de España, promulga el siguiente

DECRETO

Artículo 1.º En cumplimiento de acuerdo adoptado por la Junta de Defensa Nacional, se nombra Jefe del Gobierno del Estado español al excelentísimo señor general de División don Francisco Franco Bahamonde, quien asumirá todos los poderes del nuevo Estado.

Art. 2.º Se le nombra asimismo generalísimo de las fuerzas nacionales de Tierra, Mar y Aire, y se le confiere el cargo de general jefe de los Ejércitos de operaciones.

Art. 3.º Dicha proclamación será revestida de forma solemne, ante representación adecuada de todos los elementos nacionales que integran este movimiento liberador, y de ella se hará la oportuna comunicación a los Gobiernos extranjeros.

Art. 4.º En el breve lapso que transcurra hasta la transmisión de poderes, la Junta de Defensa Nacional seguirá asumiendo cuantos actualmente ejerce.

Art. 5.º Quedan derogadas y sin vigor cuantas disposiciones se opongan a este Decreto.

Dado en Burgos, a veintinueve de septiembre de mil novecientos treinta y seis. –Miguel Cabanellas.

Gabilán: Ob. cit., Decreto número 138, págs. 9 y 10

Díaz Plaja, F. (1975). El general Franco, jefe único de la España Nacional, en Cabanellas Ferrer, M. La España política del siglo XX, (165-166), Barcelona: Plaza & Janes, S. A.

Un saludo, J. M. Mora

lunes, 10 de enero de 2011

La liebre eléctrica

Cádiz a 11 de enero de 2011

Don Alfredo, de actitud que con todo el respeto, puede ser calificada de hortera y caduca, aún debe pensar que nos tragamos su indigno modo político en sus manifestaciones hacia la banda terrorista ETA. Cuando Alfredo habla sobre este tema se recrea en su salsa que no es otra que la del doble sentido cuando el tema tratado debe permanecer al margen de este recurso con absoluta claridad. En mi opinión sus manifestaciones están diseñadas en el sentido de reclamar, ante la inminencia del fin de la prórroga del falso estado de alarma, un nuevo milagro terrorista que les permita justificar una nueva prórroga. Esto ya no se lo traga ni la ETA.

En cualquier caso no hay otro camino que la verdad, la fe, la fe en uno mismo, en el hombre y por ende en Dios. Para los terroristas cárcel hasta la putrefacción, pero también para los políticos corruptos y como no, para todos esos “empresarios”, chorizos y burlones, véase toda la estirpe Polanco y directivos así como la pandilla del hurto asociada a “Movistar”: grandes ladrones.

Estimados políticos, los JASP os desean que hayáis pasado unas Felices Navidades, no sé lo que os desearán los Ni-Nis, aunque supongo que poco os importa mientras que vuestros nenes ni sean JASP ni sean Ni-Nis, sino pijos hijos del hurto.

No sé a quien puede sorprender la situación, de lo que fue un país, en manos de un ente vivo que se autoproclama anarcosindicalista. Es de risa que un señor que no respeta la Ley desde un puesto que debe representar el máximo respeto de ésta en pro de un estado de derecho eficaz y justo solicite a la banda terrorista que abandone las armas y que respete la ley. Cuando no se tiene autoridad moral para decir esto la interpretación que se puede hacer de estas palabras es de sentido contrario a lo que representan desde la gramática.

En fin, que se ve que los polvorones han dejado más seca a la liebre eléctrica que a un pescado en el balcón de un chino y quizá ya no quede tiempo para que sea la suya la última palabra después de la que fue en el principio, sino que ésta será finalmente y de nuevo la del hombre.

Un saludo, J. M. Mora