martes, 21 de abril de 2009

Abrí los ojos

Abrí los ojos como si nada hubiese pasado, ante mí se mostraba la plenitud vibrante del Hemiciclo, me sentí vagamente desertor de una paliza recibida, la luz estaba presente sobre el terciopelo rojo aplastado, pasado de manos. Hombres y mujeres vestidos y yo mismo como náufrago asido a un tiempo de la historia. Tal vez, recordé los residuos de moscas sobre las cartas de navegación. Aquella realidad soñada durante la infancia, y negada durante la adultez, finalmente se había hecho presente como presagio de un rotundo fracaso.

Algunos fueron conscientes desde el primer momento y así lo manifestaron en el intrincado y confuso lenguaje de la política de diario, de las diarias sesiones. Una vez más, como años antes, volví a pensarlo: ¡no sé como se les ocurre dejarme entrar aquí!.

miércoles, 15 de abril de 2009

Todo había comenzado, sin embargo, mucho antes.

Todo había comenzado, sin embargo, mucho antes, en la Biblioteca Municipal de Cádiz sito en la calle José Celestino Mutis, en pleno casco histórico de esta antigua ciudad, cerca de la Plaza de las Flores, en el alto de una calle en cuesta, calle que conducía a la antigua sede de “Simago” muy cerca del sitio donde los coros cantan el Domingo de Carnaval.

Es curioso y tal vez ahora los menos concientes no lo entenderán pero si te sitúas en la puerta de dicha biblioteca mirando hacia la calle, puedes girar la cabeza cuarenta y cinco grados a la izquierda y elevando la vista unos treinta grados, verás una estatua situada en la cornisa de la esquina de un edificio antiguo, como todos. Es la recreación de una escena en la que el Arcángel San Gabriel tiene sometido bajo sus pies al demonio con la mano alzada blandiendo una espada cual si estuviera a punto de cortarle la cabeza.

Los días transcurrían allí como días de parado, de ratón de biblioteca, de desesperado, de parado gaditano que es mucho más que un simple parado. Las horas eran devoradas por las inmisericordes agujas del reloj y en su afrenta, inmisericordemente, mis ojos recorrían campos de información de fuentes cualquiera.

martes, 14 de abril de 2009

Aznar y la Guerra de Irak

Miguel Ángel Revilla Roiz, a la sazón Presidente de Cantabria, le apuntó al Sr. Jesús Quintero en su último programa que debería invitar un día a José María Aznar al programa al objeto de preguntarle sobre los verdaderos motivos por los que apoyó el ataque contra Irak. Yo, Jesús Manuel Mora Pecci, natural y vecino de Cádiz, provincia de Cádiz, con D.N.I.: 31255883x, tengo las claves de esos motivos, puesto que la verdadera razón fue el que subscribe: Mr. X.

Comencé mi relación con el Congreso del los Diputados, donde pueden solicitar mis referencias dirigiéndose a la Comisaría del Congreso de los Diputados, dos años antes del comienzo de la crisis de Irak. En realidad habría que considerar la posibilidad de que José María Aznar no fuese un mero aliado en el proceso sino más bien un instigador del mismo, siendo los motivos subyacentes la pura egolatría. El gallito del corral repentinamente vio amenazada su integridad como "megalider" por la presencia en el Hemiciclo de un agente perturbador del orden por él impuesto. No cabía duda la amenaza terrorista era inminente, sin duda, una conspiración intergaláctica. De ninguna de las maneras su enorme ego le podría llevar a pensar que no fuese más que el deseo de superación de un parado, gaditano para más señas, el que viendo como toda su vida, sus ilusiones y sus sueños se iban por el sumidero decidió echarle un poco de coraje a ésta, siendo la política el único camino que se abrió ante la firmeza de sus pasos.

Un saludo, J. M. Mora