jueves, 8 de marzo de 2018

UCRANIENSES

UCRANIENSES

          En el ranking de fuertes pestilencias padecidas a lo largo de los años por quien subscribe se encuentra en el primer puesto el soportado durante el servicio militar obligatorio en la Isla de las Palomas, Tarifa. La magnitud del hedor era tal que al regreso del permiso de fin de semana en la tarde del domingo hacíamos las camas con sábanas blancas que traíamos limpias de nuestras casas. Horas más tarde, en la noche de aquel mismo domingo, cuando nos disponíamos a dormir, las sábanas habían adquirido por el transcurso del tiempo un color amarillo anaranjado intenso que se diseminaba uniformemente por la totalidad de las mismas. Hasta la fecha nada ha desbancado de su puesto en el escalafón a este terrible hedor. Y hasta la fecha nada ha impactado de forma tan intensa e inmisericorde mi sentido del olfato como para merecer ni siquiera un segundo, tercer o inferiores puestos. Hasta la fecha, pero es la hora; por los largos años de pestilencia, de que el siguiente en el orden de sucesión le sea concedido a la Biblioteca Pública de El Escorial, justo frente al Ayuntamiento de El Escorial, el Escorial de Abajo para facilitar la ubicación. La bofetada de fortísima pestilencia que se recibe al abrir la puerta de acceso y que te acompaña durante todo el trayecto hasta la segunda planta que da entrada a la sala de lectura constituye una genuina oda al proceso de hedionda putrefacción en que se haya sumido el Estado español, suerte de voluminosa ponzoña amasada de excrementos humanos fermentados en orina.

De esta biblioteca, de la Espasa Calpé Hispano Americana, del año 29 creo recordar —si no es exacto que alguien vaya y lo compruebe— se extrae y he querido reflejar aquí porque me parece un indicador —para el lector que lo pueda captar tras varias lecturas sosegadas que enderecen el vicio sináptico inducido por la falacia constante que alcanza a impedir interpretar cabalmente lo que se lee— de la trastienda de la marabunta de humo turbio que falsifica la realidad y que mana desde Canadá hasta Moscú pasando por el Atlántico Norte, el siguiente extracto:

«El gran ruso es rubio, de hombros anchos, pesado y melancólico; el ucraniano es más delgado, moreno, activo, alegre y de carácter meridional. Tiene aficiones poéticas y musicales como lo prueban sus proverbios, leyendas y cantos populares. Pero no en toda Ucrania es este tipo de la población homogéneo y exclusivo; en la parte occidental de la Región de las Estepas está bastante mezclado con los grandes rusos, que se han dedicado a colonizar estos territorios. ( ) En Besarabia hay una proporción respetable de rumanos. La elevada cifra de los judíos (unos 2.000.000) es característica en la ucrania Occidental y viene de los tiempos de la unión con Polonia. Forman también los hebreos en las ciudades pequeñas generalmente la mayoría. Viven aún hoy en sus ghetos o aljamas, donde pasan en general una vida triste y oprimida, espiritualmente atrasada, aislada y pobre, que ha quedado sin contacto con la civilización. Sufren, a veces, persecusiones sangruientas (progroms), que no son sino la exacerbación momentánea de la animadversión latente que les rodea.»

Recientemente le consulté a una señora ucraniana que cuál era en su lengua el gentilicio de Ucrania: Ucraiinsis costestó —lo escribo más o menos como me sonó— se lo hice repetir varias veces y después de oirlo reiteradamente concluí —¡ah! Ucranienses, ya—. Recordé las invasiones tártaro mongolas y todo encajaba. Le consulté intencionadamente que si ella era de Besarabia. Noté cómo la expresión de su cara cambió hacia un tono entre desconfianza y sorpresa. Permanecí sereno ante sus cambios gestuales. Ella contestó que era de una zona cercana a Polonia. —¿Lvov?—, le pregunté. —Sí—, contestó. —Ah—. Creo que le sorprendió que pronunciase Lvov y no Lviv. La señora pertenece más bien al modelo de gran ruso transcrito arriba según describe la Espasa Calpé. Finalmente le pedí su opinión sobre los sucesos en Crimea. Ella contestó que Crimea siempre había pertenecido a Rusia, efectivamente conocía que Nikita Jrushchov había regalado Crimea a Kiev pero argumentó que la adhesión de Ukrania a la UE suponía automáticamente la participación en la OTAN y como consecuencia la pérdida de control por parte de Rusia del bastión militar que supone la península en el Mar Negro ante la posibilidad de una invasión desde la orilla sur. Claramente manifestó que constituía una barrera contra la invasión turca.

Pues bien, así quedó la cosa, hasta unos días más tarde. Se da la circunstancia de que la señora vive con otra ucraniana de una generación inferior, también de tipo gran ruso pero a diferencia de la primera no aprecio en ella influencia mongoloide que se manifiesta principalmente en el tono braquicéfalo. La segunda apenas habla español pero en un momento de la conversación que teníamos al respecto del tema crimeo le recordé a la mayor que ella se había mostrado partidaria de que Crimea fuese entregada a Moscú. Para mi sorpresa lo negó tajantemente, de inmediato, con energía y vehemencia. La segunda callaba. —Pero cómo—, exclamé, —si usted el otro día me dijo que era partidaria de que Crimea fuese rusa—. —No, no, no...—, aseguraba ella con un tono contrariado, enfadado, ofuscado. —Pero cómo que no—, insistí, —si usted incluso argumentó su posición: dijo que si Ucrania entraba en la UE... que la OTAN... que el Mar Negro... que los turcos...—. Por otro lado, la segunda ucraniana aseveró en una sola frase: Es que Crimea es Ucrania.

En estas circunstancias recordé un polígono de frecuencias diseñado por la Fundación BBVA en el que se refleja el incremento de la natalidad en España durante los últimos 120 años. El resultado es una línea prácticamente recta que asciende con una inclinación de 45o sin altibajos destacables, hasta la última parte de la década de los ochenta en cuyas coordenadas encontramos la primera inflexión notable. Se produce un descenso repentino de la natalidad pasando casi a una situación plana y manteniéndose así durante décadas hasta hace algunos años en los que se observa de nuevo un salto en la frecuencia esta vez para recuperar el ángulo de 45o. Luego, diversos estudios han demostrado que este aumento es debido a la natalidad que se da entre los inmigrantes y que no obedece a un incremento de la natalidad entre los propios españoles. También recordé que hemos pasado de comprar 200 litros de gasolina por 5.000 ptas. en 1978 a comprar 20 litros por 30 € en la actualidad. 200 litros supone llenar tres veces un tanque de 60 litros y aún te sobran otros 20, hoy sólo compras los 20 litros y te das un par de vueltecitas de cercanía. Claro que te dan un catálogo en la gasolinera para que canjees tus puntos por regalos y eso está bien porque el libreto tiene más calidad literaria y más contenido que el montón de hojas impresas que vende ZP bajo el definitivo título de El Dilema.