Hoy, la garrapata hedionda es metafísica y es virtual, se la puede encontrar en un satélite internacional, perseguida en el seno de una fibra óptica o en la ubicuidad impertérrita de una facies pétrea. Su discurso es engañoso y burlón y su capital rechoncho. Se aferra indómita a su maltrecha mama a quien solo alivia la inoportuna flatulencia de húmeda ponzoña, y su advertencia es clara: Queremos arrastrar al perro hasta que no le quede una gota y no dudaremos en avivar las más bajas pasiones.
Un saludo J. M. Mora
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