miércoles, 27 de octubre de 2010

El mal no está en las palabras

Cádiz a 27 de octubre de 2010

El victimismo y la criminalización son los dos ejes principales de la conducta pseudopolítica del ser o criatura de izquierdas, dicho sea con todo el respeto hacia los militantes de izquierda y por consideración al hecho de que parecen no tener claro qué es un ser humano, cosa que por otro lado siempre ha sido manifiesta en su idiosincrasia.

Estos ejes principales de conducta son el mecanismo de compensación del que la naturaleza provee a los que carecen de sentido de la orientación social, política, sexual, ideológica, económica, existencial, metafísica, artística, virtual, estética, genérica, plural, científica, ética, moral y en fin a cualquier cualidad cognoscitiva que pueda ser aplicada al ser humano.

Se comprende que no es obligatorio  poseer conocimientos profundos en materia de anatomía humana, esplagnología, embriología humana o histofisiología, pongo por caso. No obstante incluso la poesía, la literatura o la mera acumulación de experiencias humanas de cualquier índole debería, en condiciones normales, conducir al ser humano a la comprensión de que tan sensual, tan erógeno, tan excitante puede resultar un simple pelo humano como una uña o como un pié. Cuando se piensa en términos de sexualidad, la geografía anatómica del hombre carece de autonomías de gestión, carece de condicionamientos paralelos y es infinita en su capacidad sensoreceptiva sin discriminaciones sensoriales.

La insinuación como la ironía son elementos consustanciales a la actividad política. Pretender criminalizar, ahorcar y fusilar una insinuación, es propio de mentes retorcidas por otro lado muy habituales entre los militantes de izquierdas. En definitiva es una forma de totalitarismo que solo pretende una coacción psíquica del adversario haciéndole entrar en un estado en el que la persona se llegue a auto-cuestionar, antes de poder expresarse, incluso esta cualidad esencial del discurso político. Es en definitiva una forma de desarmar al adversario, cuando sin embargo no se omite esta retórica en el discurso propio, sino que muy lejos de ahí se utiliza de modo particularmente grosero y repetitivo.

Entra dentro de las cualidades distintivas de las personalidades el tener mayor o menor acierto o finura en la insinuación, como en el uso del lenguaje en definitiva. Pero, insinuar es dar a entender “algo”, ¿qué? Pues eso no se sabe, solo lo sabe la persona que hace la insinuación. De ahí la pregunta: ¿Qué insinúa usted?, porque no se sabe. Ahora bien, hay que estudiar desde un punto de vista psicopatológico a aquellos que ante la insinuación tienden a juzgar siempre en la misma dirección, con un afán de criminalización oportunista y victimista, deformando la realidad en el sentido de arrimar el ascua a su sardina y ocultando una realidad infinitamente más grosera de la que se es responsable.

Un saludo, J. M. Mora

No hay comentarios:

Publicar un comentario