Cádiz a 4 de diciembre de 2010
Es muy frecuente que el perverso retorcido, como es el caso de nuestro ejecutivo, se haga de este tipo de artimañas a través de las cuales provoca una situación que es perfectamente evitable para a continuación justificar su supuesto liderazgo adoptando contundentes medidas en defensa de una patria que previamente a corrompido, empobrecido y desmantelado merced a una gestión pésima que solo contribuye a engordar los bolsillos de sus amiguetes.
Pero, ¿Quién es nuestro presidente? ¿Quizá un perfecto mamarracho? En 1986 el interfecto hediondo obtuvo un escaño en el Congreso de los Diputados convirtiéndose en el Diputado más joven de la Cámara. A partir de ese momento y durante 18 años se dedicaría a mamar de la teta del Estado imparablemente. Su metodología de trabajo, consistiría en acudir a calentar cual gallináceo el escaño tres días a la semana. El resto del tiempo lo dedicó a ver “Bambi”, una obra maestra de Walt Disney.
Hablamos de un verdadero parásito chupóptero que se ha mantenido bien pertrechado en el Hemiciclo, protegiendo el esmalte de sus uñas mientras otros muchos han acarreado bombonas de butano, luchado contra las inclemencias del tiempo solando aceras o asfaltando carreteras para mantener el inmerecido nivel de vida de este descerebrado que, además, se gasta el dinero de los contribuyentes en elaborar un mapa sobre la estimulación del clítoris, ésta es la realidad.
Es normal que no tenga ningún respeto por los ciudadanos y que el signo distintivo en todas y cada una de sus apariciones públicas no sea otro que la sorna crónica. La cara dura del ciudadano en cuestión sobrepasa los límites de lo humanamente acostumbrado. Quizá algún tipo de mutación génica a devenido en la construcción de un ser que es impermeable a la ética o al honor; su lamentable existencia perjudica al conjunto y permanecemos obnubilados por la gestión de un secretor de babas.
Un saludo, J. M. Mora
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