Cádiz a 8-9 de septiembre de 2010
El Presidente de nuestro Gobierno, no merece terminar la legislatura. No merece pasar por la historia de la política española sin recibir el correctivo de perder una moción de censura. Su trayectoria política es perecedera, la realidad de España no lo es. Tal como David venció a Goliat, ofrézcase a la mano del pueblo una honda con la que afrontar a este gigante de la corrupción. Tres meses tres son necesarios: el interfecto y falso político debe yacer; las urnas deben hablar.
No generar confianza significa no ser de fiar y no se deben dar nociones de cómo dirigir un país: propuestas económicas o de cualquier otra índole, a alguien que ha acreditado sobradamente su incapacidad de gestión y que por el contrario sí ha demostrado una gran capacidad de corruptibilidad de los pilares del propio Estado, faltando indignamente al respeto, por ejemplo, al Tribunal Constitucional. No se pueden pedir propuestas a quien cuyo vilipendio constituye el alma Máter del gobernar.
Milagroso resulta elevar la cifra de desempleo a 4,5 millones. Si fuese una propuesta dudaría de que se pudiese conseguir, no obstante, en un alarde de incompetencia y exterminio laboral, nuestro Gobierno, no solo ha conseguido esto sino que tiene muchas posibilidades de elevar la marca llevándola a límites difíciles de batir.
De entre los que manifiestan comulgar con la ideología de izquierda, los mejor dotados de taras o deficiencias psíquicas, los más perversos, son los que alcanzan los puestos destacados en el terreno de la política, nadie en su sano juicio defendería semejante ideología con tal vehemencia. En ellos destacan: Fundamentos fenomenológicos de un ser de izquierda; 1) Orden o mandato. 2) Prohibición. 3) Paranoia. 4) Insulto y descalificación. 5) Finalmente, pena, penita, pena y vuelta a empezar.
Por triste que pueda resultar para el hombre la elaboración de un sistema y la implantación del mismo, y por pésima que pueda manifestarse su estructura frente a un sistema divino o gravitatorio; en última instancia, el correcto funcionamiento del mismo y consecuentemente sus resultados dependen de cada uno de los individuos que lo integran. Ésta y no otra es la labor del líder político, servir de ejemplo y dirigir una forma de conducirse tutelado por un ordenamiento jurídico.
Cuando el líder político, es corrupto, falso, está en contra del propio sistema, pervierte los pilares del mismo deliberada, voluntariamente y en beneficio propio, y además se ríe y se mofa sectariamente de las personas que viven bajo ese estado, tal vez, en este caso sí sería justo hablar de verdadero y puro terrorismo de estado. La perversión del sistema jurídico, de la administración de justicia tiene la consecuencia de provocar la indefensión del ciudadano que es el objeto del propio estado.
Un saludo, J.M. Mora
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