martes, 21 de septiembre de 2010

Presidente antisistema

Cádiz a 20 de septiembre de 2010

En última instancia, si se quiere, el Estado de derecho no es otra cosa que la estructuración de unas normas destinadas a la protección del individuo frente a otros o frente a unas circunstancias dadas. En ningún caso, debería considerarse aceptable el argumento de que determinada administración “no se ha saltado ni una coma de la ley”, o lo que es más delirante aún en nuestros días, que el propio presidente instruya sobre como pasar de puntillas sobre la ley sin soslayar comas o puntos.

De las manifestaciones vertidas por este gobierno y fundamentalmente por su líder se deduce que su posición ideológica es soberanamente antisistema. De aquí, que el incremento del paro no consiga borrar la sonrisa de la cara del presidente, como tampoco lo hacen el déficit público, el separatismo, la deslegitimación de los poderes públicos, la corrupción de las instituciones, el despilfarro, etc. Quizá el presidente no desea burlarse de nosotros, sencillamente nos muestra su cara sin más.

A pesar de que el número de desempleados continúa aumentando, esto no parece afectar en medida alguna al gobernante que, abiertamente, declara que “nunca los parados han tenido cobertura igual en nuestra sociedad”, y que hoy están más cómodamente instalados que nunca; como si el coste de las medidas económicas destinadas a éstos procediese de un fondo inagotable de origen desconocido. Quizá suponga que procede de recoger el polvo de las estrellas o del fondo del mar.

“Militancia pura y dura” o “legalización de las drogas”, son los renglones torcidos que tutelan el devaneo descabezado del sátrapa socialista. Exclamar: “militancia pura y dura” cuando el militante se está despachando a gusto, produce un desconcierto similar al que sufriría un primate en un zoológico al poner frente a sí un espejo, pudiendo hacerle desistir de su actitud previa. Del mismo modo, la idea de legalizar la droga puede influir considerablemente en la disminución del voto socialista.

“El hombre turbina”, como conocían en su pueblo a Alfredo por su incesante movimiento orbicular, era incapaz de mantener la mirada serena. Algunos lo consideraban como un disparate con piernas y nadie supuso nunca que pudiese llegar a alcanzar las más altas instancias de la corrupción moral, así como niveles superiores de desvergüenza. El águila mantiene firme su mirada y la posición de su cabeza mientras mueve su cuerpo; el pollo, incapaz, instiga oscuros pactos.

Un saludo, J.M. Mora

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