Cádiz a 3 de noviembre de 2010
Liderar es coger una situación, sea cual sea, independientemente de sus circunstancias y teniéndolas en cuenta, incluso utilizándolas de modo que favorezcan al conjunto; y conducir adecuadamente al grupo a liderar. Si el líder, pasado un tiempo, conduce por derroteros de devastación, lo que debe hacer es dimitir y no culpar a que las circunstancias que se encontró no le eran favorables y que además eran culpa de otros. Ese tipo de comportamiento no se corresponde con el de un líder.
Tras la fecundación humana, se inicia una fascinante sucesión de acontecimientos biológicos que en definitiva y en conjunto constituyen la vida de un nuevo ser humano, de un nuevo hombre.
Quiero llamar la atención sobre el hecho de que del mismo modo que el “tapiz” celular de la luz del tracto digestivo procede, por explicarlo sencillamente, de la misma región embrionaria incipiente de la cual proceden las células que van a conformar nuestra epidermis. Como digo, de igual modo, el ojo, el globo ocular; procede directamente del “prosencéfalo” (cerebro incipiente), en un estadio embrionario ya algo más avanzado.
Explicado de un modo más poético, podemos imaginar un lunar, un pequeño lunar ligeramente abultado sobre la superficie de nuestra piel. Se comprueba, a través de la observación intrauterina del embrión humano temprano, que sobre la superficie del primitivo cerebro en desarrollo aparecen unos “lunares” en número de dos y en posición simétrica sobre la línea media y anterior que constituyen los esbozos de los globos oculares.
Es decir, ya en el feto desarrollado, en el neonato, o en el adulto; observamos que existe una fuerte relación de conexión entre los globos oculares y el cerebro a través de los nervios ópticos. Pero lo que no se suele pensar es que esos mismos globos oculares, en sus inicios, partieron para conformarse directamente de la masa “prosencefálica”. De ello se deduce que la íntima relación de estos globos con el propio cerebro es absoluta e íntima. Podría decirse que hablamos de auténticas ventanas del cerebro.
De aquí se puede reflexionar sobre la etiología de frases hechas: “los ojos son el espejo del alma”, “el mal de ojo”, “te lo veo en la mirada”, “hay miradas que matan”, etc.
En el caso particular; porque concierne al Estado dada la importancia del cargo que representa y sin ánimo de realizar ningún ataque personal sino más bien en defensa de los intereses de la nación, debo decir con toda la tristeza que el Sr. Alfredo parece hacer un uso, desde mi observación, cuando menos raro, del movimiento orbicular de sus globos.
Constantemente, en sus declaraciones públicas, utiliza esta metodología de girar la cabeza en modo elíptico y a veces difuso o atravesado con intermitencias direccionales. Al tiempo, combina estos llamativos movimientos de la cabeza con otros no menos llamativos que lleva a efecto con sus ojos realizando continuos giros que se contraponen a los de la cabeza o a veces la siguen en su devenir.
Resulta muy extraño que un responsable político de tan importante cargo, simultáneamente, adopte esta actitud pública tan desconcertante y por momentos, se diría que se está oyendo a una persona que presenta unos signos que muy bien encajan, a juicio de cualquier profesional de la psiquiatría, con algún tipo de desequilibrio de la esfera intelectual.
Por otro lado, la suma de estos signos puede muy bien ser voluntaria o involuntaria. En cualquiera de los casos no se presenta como nada bueno para la política nacional y por ende para el pueblo. Si el comportamiento es involuntario podríamos estar ante una persona que presenta signos invariables de trastorno psíquico. Si por el contrario son voluntarios, podemos estar ante un mecanismo de compensación natural de una persona con deficiencias psicosociales que se podrían traducir en que se tiene escasa capacidad de análisis social, comunicación interpersonal, o de otra índole en esta línea, y se hace uso voluntario de esta técnica para precisamente instaurar en el adversario político, contertulio, ciudadano, etc., la sensación de alerta o peligro, en definitiva de estrés, que es propia y natural por parte del coetáneo que participa en el proceso comunicativo dado ante esta situación, con las consecuencias derivadas del mismo.
En conclusión puede tratarse de una argucia que no se debe soslayar y que más bien se debe tener presente en todo momento, abstrayéndose de su influjo y centrándose en el contenido de lo expresado por el que manifiesta el signo distintivo.
En cualquier caso, es evidente, por pura reflexión, que el que necesita de este tipo de artimañas rústicas para expresar sus contenidos, no debe tener gran confianza en su propia argumentación o bien ésta adolece de ciertas grietas o contundentes fallas ideológicas que se pretenden enmascarar afanándose en obscurecer el intelecto. Si en contraposición son solo signos involuntarios, la conclusión no es más alentadora.
De este modo, el juego del flirteo a través del gesto preciso en el tiempo, en el momento adecuado, sin que se pueda verter acusación alguna que se fundamente en hechos concretos, pero en la práctica, haciendo uso de estos alardes conspirativos destinados a la velada amenaza, no son menos áridos y obtusos que los signos utilizados (si fuesen voluntarios) durante el desarrollo del proceso de la comunicación.
Finalmente, debo decir que resulta despreciable el juego a dos bandas máxime cuando una de las bandas no es otra que ETA. Pero, debo decir también que constituye igualmente un acto de terrorismo en toda regla, atendiendo a la etiología de la palabra y al contexto referenciado, la falacia de los signos del Sr. Alfredo.
Un saludo, J. M. Mora
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