miércoles, 9 de noviembre de 2011

Respetar la Constitución Española es esencial en nuestro Estado


Cádiz a 9 de noviembre de 2011


                  El honrado pueblo español, que se precia de serlo, prescinde de enajenar la menor de las briznas en el campo gravitatorio, su cualidad creativa es pura y es noble, es por eso que el español es guía universal del destino de los hombres y su nación ilumina el universo.

Sobre la histórica senda, España ha marcado, marca y marcará el destino de los hombres. Nación única por sus inquebrantables cualidades éticas y que no se doblega a la inmisericordia de la falta al honor. En ella, en nuestra nación, cada español constituye una pieza insustituible que engrana la marcha triunfal de la humanidad y del destino universal de los hombres.

Siendo ciertos estos hechos y asumida y respetada por todos esta cualidad característica y singular, el mandato o la obligación sobre su voz se desvanece en la esfera del tiempo y así lo hace también quien hace uso de la escaramuza diseñada por dos contra el pueblo desarmado para usurpar aquello que es connatural a la propia existencia del ser humano, esto es su palabra, su voz, su habla.

La fuerza única de la genuina balada romántica española acomete el desafío de su afrenta y es la humanidad entera, entregada al amor patrio, al amor a la nación, que es la tierra de los hombres, donde el azar de sus disputas abraza el inconmensurable abrigo de su desdén y lo despoja de su cuerpo. Y habla el hombre.

Aquel ciudadano encomendado en alto destino que decide voluntariamente no respetar en su rigor la Constitución no es digno de representación de cargo político. Esta situación se ha producido en nuestro actual Gobierno y debo, en mi calidad de ciudadano, manifestar que considero que por acción u omisión han utilizado la Norma Básica como instrumento de aniquilación de la voluntad del pueblo quedando así este totalmente desvinculado del Estado. En el terreno de la libertad nuestra joven democracia ha sufrido un grave daño. La falta de respeto demostrada hacia la Constitución Española supone el mayor expolio contra nuestra nación, y el mismo ha sido diseñado desde el Gobierno con el apoyo del grupo en la oposición.

La comisión de estos actos no son cualidades dignas. Se debe despreciar esta conducta máxime cuando quienes la practican son aquellos que ocupan puestos dedicados a velar por los intereses del pueblo. Si estos utilizan sus destinos en sentido contrario al de velar por los intereses nacionales y en contraposición, lo que hacen es mirar por los propios enajenando el poder y la libertad a los que deben ser salvaguardados, debemos expresar nuestro máximo desprecio por esta actitud intolerable.

Ha existido ausencia de obligación por cualquiera de las partes de apoyar una reforma cuyo único destino ha sido distraer poder y libertad al pueblo en beneficio de sus dirigentes. Esta fue votada con libertad en sede parlamentaria y nadie obligó a que se hiciese en un sentido u otro. El apoyo se realizó con absoluta libertad y se justificó el mismo por todas las partes una vez llevado a cabo. Por tanto la culpabilidad en este acto de distracción contra la nación es evidente por parte de todos los implicados.

En mi condición de ciudadano expreso el máximo desprecio por esta deplorable actitud e insto a los implicados en el asunto a abandonar sus cargos y sus candidaturas por no ser merecedores de la confianza de un pueblo al que han conducido deliberadamente a una situación de miseria económica y social, en un ambicioso intento de acaparar definitiva y atemporalmente el poder.

En este caso, es la conducta la que ha determinado la acción. El acto ha sido la vulneración del derecho del pueblo ha decidir su propio destino con la subsecuente adjudicación propia del poder resultante del vilipendio de todos, y la forma utilizada ha sido una reforma rápida, pactada al margen del pueblo. El sentido de lo reformado no es substancial. Efectivamente, el Estado no es un juego de niños. Considero que nunca se ha llegado a estos extremos durante nuestra joven democracia, ha sido la primera vez. Decretar un estado de alarma, adelantar seis meses las elecciones o reformar la Constitución en esas condiciones, no es hacer política, quien actúa de esa forma no demuestra ser precisamente un hombre cualificado para la política.

En cualquier caso, es indiferente determinar si la actitud es debida a una mentalidad infantil, escasamente respetuosa del orden y de la Ley o a ambas cosas, lo determinante es que en mi opinión esas manos no deben conducir la nación y que es preferible que el mando nacional recaiga sobre aquellos que reúnen las cualidades esenciales de respeto a los principios constitucionales y que acogen en su ser juicios éticos rectos y cabales.

J. M. Mora

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