lunes, 21 de noviembre de 2011

El Triunfo de la democracia sobre el pueblo

Cádiz a 20 de noviembre de 2011

Hoy, una vez más, la estafa, la marrullería y el timo, ha vuelto a triunfar. Esto no es extraño en el clima social diseñado en la actualidad.

Hoy es un día triste para la democracia, y es un día triste para la libertad del hombre. Una vez más, la estafa, la marrullería y el timo se han vuelto a imponer sobre la verdad, la justicia, la honestidad y todas aquellas cualidades que distinguen al hombre de las bestias.

En mi concepto, la verdad es la vida, y omito culpar a nadie como causante de que la verdad no se haya manifestado vencedora. Si existe algún culpable, soy yo mismo; dado que considero que la verdad está en todos, y que lo importante es defenderla. Defender la verdad y prescindir en la medida de lo posible de engañarse a uno mismo y a los demás.
Decir que a uno le ha acompañado siempre la seriedad, cuando no ha sido otra cosa que el chistoso de la política nacional resulta de difícil comprensión para la humana inteligencia.

Puede tratarse de un engaño más, de una falta de seriedad como de costumbre, en el sentido de ir haciendo el cuerpo al pueblo para las nuevas burlas que nos aguardan, y en definitiva, cualquier cosa menos la verdad.

Esta situación posee la cualidad de poder ser explicada, de alguna manera, de forma metafórica y quiero explicarlo aquí para que vayamos haciéndonos a la idea del futuro que nos aguarda. Veamos; la metáfora es sencilla de comprender:
Cuando un constructor o un obrero, se dispone a ejecutar una obra, pongamos por caso: una obra de albañilería. El señor albañil toma una serie de medidas para que las sucesivas líneas de ladrillos que se vayan aportando para la construcción de un muro, por ejemplo, se sitúen lo más niveladas posible.

Cuando la importancia de esto se omite, entonces, en ese caso, nos encontramos ante un chapucero. Al chapucero hay que pagarle también, y él lo sabe sobradamente. Bien poco le importa al chapucero que el muro se caiga o se deje de caer, mientras lo haga después de haber cobrado, lo importante para el chapucero es cobrar.

Pues bien, nosotros, podemos engañarnos a nosotros mismos; o podemos autosugestionarnos en el sentido de que lo que estamos haciendo mal, lo estamos haciendo para evitar un mal mayor o cualquier actitud que deseemos adoptar. Pero la realidad es la realidad, y la realidad es que si comienzas a construir con los "ladrillos desnivelados" pues el futuro de ese muro es más que incierto. Casi con total seguridad será una gran chapuza que entrañará alto riesgo o peligro de derrumbe y se producirá consecuentemente la in-habitavilidad del inmueble.

Esta es una realidad que se sustenta sobre la base de que: ya puede enviar una carta Su Santidad el Papa pidiendo que se reforme la decoración de la Cúpula de la ONU porque atenta contra la especie humana, que la Cúpula no se reforma. Quiero decir con esto que se puede argumentar lo que se quiera respecto de la reciente Reforma Constitucional que se realizó en dos semanas; pero se sabe que es un engaño. Lo saben los artífices de la misma y es la realidad. Es decir, es la metáfora con el albañil chapucero al que le estamos diciendo que esos ladrillos están desnivelados y nos está diciendo que no que es que tenemos que ir al oculista.

El albañil puede decir lo que quiera, pero la realidad es la realidad, y la realidad es que los ladrillos; los primeros que se pusieron están mal situados y esto en albañilería, tiene una importancia que en un principio puede parecer que no tiene importancia. A veces he visto como, lo que constituye una simple obra de alicatado sobre la pared de un cuarto de baño, pongo por caso, debe llevarse con una precisión exquisita, de lo contrario, esa pequeña desviación de un milímetro, o de medio milímetro, apenas aparente en un principio, comienza a escorar toda la obra, y conforme vas avanzando vas viendo que no tiene arreglo y cuanto más avanzas más se escora. Al final tienes que quitarlo todo y empezar desde el principio.
Es cierto, que algunos albañiles muy experimentados a los que no les importa su prestigio ni nada por el estilo, poseen la habilidad de continuar acondicionando la chapuza, conforme avanzan y el resultado final es una chapuza total más o menos pasable que deja al chapucero con su habitual fama. Cobra y se va. Claro que esto es más o menos admisible en pequeñas obras, en casas ruinosas y en lugares donde se exige poco.

Se puede considerar así a España: una casa en ruinas, eso ya lo tenemos. Ahora; también tenemos al chapucero que nos va a hacer "una obra de categoría", porque claro, lo contrario sería decir: —Oigan señores, miren ustedes, yo he visto que se estaba produciendo una situación en la que quizá como resultado de dedicarme a leer el "Marca" todos los días, pues iba a perder la posibilidad de hacerme con la presidencia del país y entonces pues estuve de acuerdo en hacer una reforma chapucera, porque me interesaba a mí, no ha España ni mucho menos; es decir, que hice la chapuza esta desde el principio, deliberadamente, para salirme con la mía—. Y a continuación, dimitir por corrupto y por corruptor de las Instituciones, y por abuso de poder y por coartar el derecho y la libertad que tienen todos de acceder en igualdad de condiciones a los cargos públicos.

Pero estimado amigo, si usted no hace esto, que tal y como se le percibe la ralea, no lo hará. Usted no ha enderezado la primera línea de ladrillos, y en el futuro, sólo puedo recomendarle que tenga cuidado, no se le vaya a caer encima.

Un saludo, J. M. Mora

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