…"El señor Calvo Sotelo: Yo podría alargar esta lista, pero la cierro. Voy a hacer un solo comentario, ahorrándome otros que quedan aquí en el fuero de mi conciencia y que todos podéis adivinar. quiero decir al señor presidente del Consejo de Ministros que, puesto que existe la censura, que puesto que S. S. defiende y utiliza los plenos poderes que supone el estado de alarma, es menester que S. S. transmita a la censura instrucciones inspiradas en el respeto debido a los prestigios militares. Hay casos bochornosos de desigualdad que probablemente desconoce S. S., y por si los desconoce y para que los corrija y evite en lo futuro, alguno quiero citar a S. S. Porque ¿es lícito insultar a la Guardia Civil (y aquí tengo un artículo de Euzkadi Rojo en que dice que la Guardia Civil asesina a las masas y que es homicida) y, sin embargo, no consentir la censura que se divulgue algún episodio, como el ocurrido en Palenciana, pueblo de la provincia de Córdoba, donde un guardia civil, separado de la pareja que acompañaba, es encerrado en la Casa del Pueblo y decapitado con una navaja cabritera? (grandes protestas. —Varios señores diputados: Es falso, es falso.) ¿Que no es cierto que el guardia civil fue internado en la Casa del Pueblo y decapitado? El que niegue eso es… (El orador pronuncia palabras que no constan por orden del señor presidente y que dan motivo a grandes protestas e increpaciones.)
El señor presidente: Señor Calvo Sotelo, retire Su Señoría inmediatamente esas palabras.
El señor Calvo Sotelo: Estaba diciendo, señor presidente, que a un guardia civil, en un pueblo de la provincia de Córdoba, en Palenciana me parece, no lo recuerdo bien, se le había secuestrado en la Casa del Pueblo (Se reproducen las protestas. —Varios señores diputados: Es falso, es falso) y con una navaja cabritera se le había decapitado, cosa que por cierto acabo de leer en "Le Temps", de París, y que ha circulado por toda España. (Exclamaciones.)
El señor presidente: Su Señoría ha pronunciado más tarde unas palabras que yo le ruego retire.
El señor Calvo Sotelo: Y al afirmar esto se me ha dicho: eso es una canallada; entonces yo…
(Grandes protestas.)
El señor presidente: La Presidencia no ha oído otras palabras que las de que era falsa la afirmación que hacía S. S., y como las personas que a grandes gritos estaban acusando a Su Señoría de decir una cosa incierta son diputados por Córdoba, la Presidencia no tuvo nada que corregir. Su Señoría ha respondido de una manera desmedida a lo que no era un ataque.
El señor Calvo Sotelo: Si el señor presidente del Congreso estima desmedido contestar como contesté a la calificación de que era una canallada lo que yo decía, acato su autoridad. Puede Su Señoría expulsarme del salón, puede Su Señoría retirarme el uso de la palabra; pero yo, aun acatando su autoridad, no puedo rectificar unas palabras… (Grandes protestas.)
El señor presidente: ¡Orden! ¡Orden! Yo no quiero hacer a S. S., señor Calvo Sotelo, el agravio de pensar que entra en su deseo el propósito de que le prive de la palabra ni de que le expulse del salón.
El señor Calvo Sotelo: De ningún modo.
El señor presidente: Pero sí digo que se coloca en plan que no corresponde a la posición de Su Señoría. Si yo estuviera en esos bancos no me sentiría molesto por ciertas palabras, porque agravian más a quien las pronuncia que a aquel contra quien van dirigidas. De todas suertes, existe al pronunciarlas y al recogerlas un agravio general para el Parlamento, del que Su Señoría forma parte.
El señor Calvo Sotelo: Yo, señor presidente, establezco una distinción entre el hecho de que se niegue la autenticidad de lo que yo denuncio y el que se califique la exposición de ese hecho, efectuada por mí, como una canallada. Son cosas distintas.
El señor presidente: No es eso. Basta que los grupos de la mayoría lo nieguen, para que Su Señoría no pueda insistir en la afirmación.
El señor Calvo Sotelo: Señor presidente, a mí me gusta mucho la sinceridad, jamás me presto a ningún género de convencionalismos, y voy a decir quién es el diputado que ha calificado de canallada la exposición que yo hacía; es el señor Carrillo. Si no explica estas palabras, han de mantenerse las mías. (Se reproducen fuertemente las protestas.)
El señor presidente: Se dan por retiradas las palabras del señor Calvo Sotelo. Puede seguir Su Señoría.
El señor Suárez de Tangil: ¿Y las del señor Carrillo? (El señor Carrillo replica con palabras que levantan grandes protestas y que no se consignan por orden de la Presidencia.)
El señor presidente: Señor Carrillo, si cada uno de los señores diputados ha de tener para los demás el respeto que pide para sí mismo, es preciso que no pronuncie palabras de ese jaez, que, vuelvo a repetir, más perjudican a quien las pronuncia que a aquel contra quien se dirigen. Doy también por no pronunciadas las palabras de Su Señoría"… Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados. Madrid, 17 de junio de 1936.
Un saludo, J. M. Mora
El señor presidente: Señor Calvo Sotelo, retire Su Señoría inmediatamente esas palabras.
El señor Calvo Sotelo: Estaba diciendo, señor presidente, que a un guardia civil, en un pueblo de la provincia de Córdoba, en Palenciana me parece, no lo recuerdo bien, se le había secuestrado en la Casa del Pueblo (Se reproducen las protestas. —Varios señores diputados: Es falso, es falso) y con una navaja cabritera se le había decapitado, cosa que por cierto acabo de leer en "Le Temps", de París, y que ha circulado por toda España. (Exclamaciones.)
El señor presidente: Su Señoría ha pronunciado más tarde unas palabras que yo le ruego retire.
El señor Calvo Sotelo: Y al afirmar esto se me ha dicho: eso es una canallada; entonces yo…
(Grandes protestas.)
El señor presidente: La Presidencia no ha oído otras palabras que las de que era falsa la afirmación que hacía S. S., y como las personas que a grandes gritos estaban acusando a Su Señoría de decir una cosa incierta son diputados por Córdoba, la Presidencia no tuvo nada que corregir. Su Señoría ha respondido de una manera desmedida a lo que no era un ataque.
El señor Calvo Sotelo: Si el señor presidente del Congreso estima desmedido contestar como contesté a la calificación de que era una canallada lo que yo decía, acato su autoridad. Puede Su Señoría expulsarme del salón, puede Su Señoría retirarme el uso de la palabra; pero yo, aun acatando su autoridad, no puedo rectificar unas palabras… (Grandes protestas.)
El señor presidente: ¡Orden! ¡Orden! Yo no quiero hacer a S. S., señor Calvo Sotelo, el agravio de pensar que entra en su deseo el propósito de que le prive de la palabra ni de que le expulse del salón.
El señor Calvo Sotelo: De ningún modo.
El señor presidente: Pero sí digo que se coloca en plan que no corresponde a la posición de Su Señoría. Si yo estuviera en esos bancos no me sentiría molesto por ciertas palabras, porque agravian más a quien las pronuncia que a aquel contra quien van dirigidas. De todas suertes, existe al pronunciarlas y al recogerlas un agravio general para el Parlamento, del que Su Señoría forma parte.
El señor Calvo Sotelo: Yo, señor presidente, establezco una distinción entre el hecho de que se niegue la autenticidad de lo que yo denuncio y el que se califique la exposición de ese hecho, efectuada por mí, como una canallada. Son cosas distintas.
El señor presidente: No es eso. Basta que los grupos de la mayoría lo nieguen, para que Su Señoría no pueda insistir en la afirmación.
El señor Calvo Sotelo: Señor presidente, a mí me gusta mucho la sinceridad, jamás me presto a ningún género de convencionalismos, y voy a decir quién es el diputado que ha calificado de canallada la exposición que yo hacía; es el señor Carrillo. Si no explica estas palabras, han de mantenerse las mías. (Se reproducen fuertemente las protestas.)
El señor presidente: Se dan por retiradas las palabras del señor Calvo Sotelo. Puede seguir Su Señoría.
El señor Suárez de Tangil: ¿Y las del señor Carrillo? (El señor Carrillo replica con palabras que levantan grandes protestas y que no se consignan por orden de la Presidencia.)
El señor presidente: Señor Carrillo, si cada uno de los señores diputados ha de tener para los demás el respeto que pide para sí mismo, es preciso que no pronuncie palabras de ese jaez, que, vuelvo a repetir, más perjudican a quien las pronuncia que a aquel contra quien se dirigen. Doy también por no pronunciadas las palabras de Su Señoría"… Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados. Madrid, 17 de junio de 1936.
Un saludo, J. M. Mora
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