Cádiz a 20 de enero de 2011
No sé si el Partido Socialista Obrero Español tiene ahora claro lo que es un ser humano, o no lo tiene todavía. En cualquier caso intentaré explicarles, humilde y llanamente, que tienen cabeza, pies, y que suelen ir vestidos en las sociedades europeas y en otras partes del mundo. En algunos casos es obligatorio, por ley, y en otros casos lo obligatorio es ir desnudos o desarmados.
Por razones que se pueden evidenciar físicamente no es posible que todos los seres humanos que integran una región o territorio, aunque éste pertenezca al levante moderado de fuerza cuatro, o a la brisa, planteen sus posturas en el Hemiciclo diseñado a tal efecto, o se integren entre los diputados. Esto no es físicamente posible. De ahí que la esencia etiológica del diputado es la representación de los diferentes sectores de la población.
En este sentido, el insulto, la descalificación, el desprecio o el comportamiento sectario, tiene una gravedad, sin duda, cuando es ejercido entre ciudadanos, pero esta gravedad no es comparable a la que conlleva el hacer uso de estos métodos por parte de los ciudadanos cuyo trabajo consiste en la representación de otros.
Por tanto, ruego, a los miembros de los parlamentos nacionales o autonómicos o de cualesquiera índole, tengan a bien especificar con precisión a quien se refieren cuando dicen que el insulto no es una medida razonable y bla, bla, bla. Porque no es lo mismo que tal medida la utilice un parlamentario en un medio público o que lo pueda hacer un ciudadano a través del medio que le sea posible, máxime cuando éste lo puede estar haciendo en defensa propia.
Por tanto quede aquí reflejado claramente mi interés en observar detenidamente las características peculiares del Señor Alfredo por cuanto resulta de interés a la hora de gestionar la digestión de sus proclamas o manifestaciones, del mismo modo que interesa observar detenidamente el comportamiento de la rata negra por sus características infecciosas y de propagación bacteriana.
En mi opinión las divergencias entre la peste bubónica y la llamada peste roja o infección roja son inexistentes y sin duda resulta, más que sano: necesario, en nuestros días establecer estos criterios con claridad en virtud de coadyuvar en la medida de lo posible al restablecimiento de la integridad funcional en la vida pública.
Dado el caso, a nadie le resulta agradable hablar de amputación por lo que conlleva de escisión traumática, generalmente de un miembro. Sin embargo, este tratamiento que siempre resulta desagradable se transforma en mal menor cuando de su ejecución depende la vida del organismo completo. Es de comprender que no resulta, tal vez, agradable hablar de ratas negras a renglón seguido de comentar aspectos netamente políticos de la figura del Señor Alfredo. Quizá fuese más edificante, circunscribiéndose a la integridad del sujeto, mencionar al cervatillo o a la pantera, pero; ¿Queremos salvar la pierna y enterrarla junto al cuerpo, o queremos salvar al cuerpo?
Un saludo, J. M. Mora
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