Cádiz a 15 de Julio de 2010
Me pregunto que pensaría Leibniz si levantase la cabeza y le comentásemos que tenemos a un presidente de gobierno que amén de exculiparlante de larga duración, se ha visto el tío “Bambi” 500 veces con su hija, y que tiene la desfachatez de concluir su alocución (bajo claros síntomas de embriaguez) encomendándonos a la austeridad y al trabajo duro, después de haber despilfarrado inútilmente la mayor herencia económica de la historia de España, y haber quedado internacionalmente como un inútil.
Es un chico listo, no hay dudas, recuerdo su cara y su aspecto de deborador de salchichas cuando apenas intentaban despegarlo de la silla sus conculiparlantes, atrofiado por la masturbación crónica y la magia de Walt Disney. Y ahora nos encomienda al trabajo duro con cara de aristócrata burgués, mientras él probablemente se vaya a jugar a los cromos con algún vecino o alguna otra anormalidad a las que parece habituado. Para después aparecer diciendo disparates y enervándonos.
Dice Leibniz, ya cercana su muerte, en su legado sobre los principios filosóficos expresado en las mónadas; dice en la mónada (33): “Hay dos clases de verdades: Las de la Razón y las de Hecho. Las verdades de Razón son necesarias y su opuesto es imposible; y las de hecho son contingentes y su opuesto es posible (26). Cuando una verdad es necesaria, se puede hallar su razón por medio del análisis, resolviéndola en ideas y verdades más simples hasta llegar a las primitivas (27).
“(26) La memoria proporciona a las almas una especie de consecución, que imita a la razón, pero de la que debe distinguirse. Por eso vemos que los animales, cuando perciben un objeto que los hiere y del que han tenido anteriormente una percepción similar, esperan, por la representación de su memoria, lo que a dicho objeto iba unido en la anterior percepción y se ven impelidos a sentimientos similares a los que entonces tuvieron. Por ejemplo, cuando se muestra el bastón a los perros, se acuerdan del dolor que les ha causado y, entonces, aúllan y huyen.”
“(27) Y la fuerte imaginación que los hiere y pone en movimiento procede o de la magnitud o de la multitud de las percepciones precedentes. Pues, muchas veces, una fuerte impresión produce de un golpe el efecto de un hábito prolongado o de muchas percepciones mediocres reiteradas.”
Dice un mexicano en una fila, que mire donde mire no ve más que mulos; y otro mexicano que pasa por allí entona: “…le llamaban…”,…el mexicano…. La frase de moda es “la realidad”. Es para tenerlo clavado en el alma, ya alumbrada en los recuerdos de los patios de Sevilla, astilla pues.
Un saludo, J.M. Mora
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