viernes, 13 de septiembre de 2019

PIGMENTOCRACIA


A lo largo de la Historia y la Prehistoria la humanidad ha tenido un afán de diferenciación. Análogo al deseo de ser diferente de todo adolescente. Es innato en el ser humano. Este afán se liga también a la genética; la conservación de los genes es otro interés básico del ser humano. Si leemos las primeras veinticinco o treinta página de la obra «Historia de Grecia», de Indro Montanelli, vemos que una de las señas de diferenciación que siempre ha observado el ser humano está relacionada con el color de; la piel, los ojos y el cabello. Con ese interés se han creado mitos, como la Tierra Hueca —que pretende que no todos los seres humanos proceden de África sino que algunos proceden de un agujero en la Tierra situado al norte y que por lo tanto son diferentes—. En América se llegó a acuñar el término «pigmentocracia» de manera que según el color de la piel un individuo alcanzaba cierto estatus social, independientemente de sus logros académicos o de cualquier otra índole: lo único importante era tener una piel lo más clara posible. Pretender que este fenómeno —que ha sido así durante la Historia— va a desaparecer es absurdo: No desaparecerá jamás. Si se crea artificialmente una sociedad multicultural, multiétnica o multicolor no es porque se haya eliminado esta cuestión sino porque hay hilos más arriba que manipulan la sociedad. En la actualidad, en los EE.UU. hay guetos por todas partes, en todos los estados y ciudades. No solo en Manhattan, donde encontramos; el barrio chino, Harlem, etc, sino también en Los Ángeles, donde hay ciudades enteras 99% hispanoamericanos, 99% negros, 99% gringos, etc. Otra cosa es quién maneja esos hilos. En definitiva, que no me creo nada de nada, para terminar este comentario voy a transcribir una cita de Hans-Hermann Hoppe que dice: (continúa en el siguiente comentario) «El modelo americano —la democracia— debe ser considerado como un error histórico, tanto económica como moralmente. La democracia promueve la miopía, el desperdicio de capital, la irresponsabilidad y el relativismo moral. Conduce a la redistribución permanente y obligatoria de la riqueza y la renta y a la inseguridad jurídica. Es contraproducente. Promueve la demagogia y el igualitarismo. Es agresiva y potencialmente totalitaria internamente, vis-à-vis de la propia población, así como externamente. En suma, se conduce a un espectacular crecimiento del poder estatal, que se manifiesta por la cantidad de ingresos gubernamentales y de la riqueza parasitariamente apropiados —por medio de impuestos y expropiación— en relación a la cantidad de ingresos privados y riqueza adquiridos productivamente —a través del intercambio de mercado—, y por la variedad y la invasividad de la legislación estatal. La democracia está condenada al colapso, tal como el comunismo soviético estaba condenado al colapso».

JM Mora

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