Cádiz a 9 de marzo de 2011
"Ramiro de Maeztu, Escritor e ideólogo español, nacido en Vitoria el 4 de mayo de 1875 y asesinado el 29 de octubre de 1936 en Aravaca, de madrugada, tras una saca de la madrileña cárcel de las Ventas, donde la República le mantenía detenido desde el 30 de julio de 1936".
"Al inicio de la Guerra Civil Española, fue detenido por fuerzas republicanas y encerrado en la madrileña cárcel de Ventas el 30 de julio de 1936. Murió fusilado en el cementerio de Aravaca el 29 de octubre de 1936, víctima de una de las sacas (ejecuciones extrajudiciales) que se efectuaron en el Madrid republicano, y se intensificaron durante los meses de octubre y noviembre de 1936. Sus últimas palabras fueron: "Vosotros no sabéis porqué me matáis, pero yo sí sé por lo que muero: ¡Para que vuestros hijos sean mejores que vosotros!"".
Se puede hacer también mención a Jesucristo en el umbral de su ejecución cuando dijo: "Dios mío, perdónalos, porque no saben lo que hacen".
Sin embargo, en mi caso no soy Ramiro, tampoco Jesucristo; ni aspiro a serlo. Quiero decir con esto que el pasado día 12 de febrero, en la madrugada que va del viernes al sábado pasé toda la noche estudiando y desarrollando un trabajo de actividad en la esfera intelectual. Al transcurrir unas ocho horas ininterrumpidas de estudio, a eso de las siete de la mañana salí a la calle a estirar las piernas y me dirigí a un establecimiento a comprar. A la vuelta a mi casa por la soledad de una calle fui asaltado por cuatro personas que estuvieron dándome golpes en la cabeza desde todas las direcciones hasta derribarme en el suelo donde comenzaron a patear mi cabeza fuertemente. Se detuvieron cuando uno de ellos dijo: —ya, que lo vamos a matar—
Fui trasladado por la policía al hospital, donde se me detectó fractura de la órbita derecha sobre la que finalmente se decidió no intervenir quirúrgicamente.
Una vez fuera del hospital a eso de las nueve y media de la mañana me dirigí hacia mi casa para retomar el trabajo. Tenía instrucciones del hospital de permanecer al cuidado y observación de otra persona pues los golpes y patadas en la cabeza habían sido muy fuertes.
Me encontraba solo, en mi casa, así que decidí que no dormiría durante veinticuatro horas y continuaría con el trabajo que estaba haciendo a pesar de las contusiones, y eso hice.
Como consecuencia de una ligera pérdida de concentración perdí involuntariamente todo el trabajo que había hecho hasta ese momento y que se encontraba en el escritorio del pc. Esto me llevó a tener que comenzar de nuevo y eso hice hasta transcurridas unas treinta horas entre analgésicos, inflamación y dolor intenso.
Finalmente después de terminado todo el trabajo hice un comentario desafortunado sobre el que en días posteriores pedí disculpas.
Vuelvo a repetir que no soy Ramiro de Maeztu, ni tampoco Jesucristo, y que no aspiro a serlo. Yo solo soy un ciudadano y mi única arma es la palabra, eso es todo. Mi palabra nace de mi cerebro, del cerebro que en suerte natural me ha tocado. Bueno o malo, sin duda, vilmente pateado no piensa igual que en condiciones normales. Por ello, ruego se comprenda esta particular situación vivida y ruego no se me tengan en cuenta esas palabras desafortunadas, si bien es verdad que las escribí. Una vez más pido disculpas por estos hechos y agradezco la amabilidad del lector.
Quizá, cuando una persona tiene solo el arma de la palabra y ninguna otra la única forma de explicar o de intentar explicar lo sucedido es igualmente la palabra.
Estas cosas no suelen ocurrir cuando se viaja en Falcon 900, supongo.
Un saludo, J. M. Mora
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