jueves, 10 de marzo de 2011

Españoles

Cádiz a 11 de marzo de 2011
La actividad parlamentaria tiene sentido en la unidad de la diversidad de ciudadanos que con libertad ideológica integran la nación española. Se trata de un diálogo, no de una confrontación, en el que como resultado del mismo se deben adoptar, por una vía democrática, las mejores ideas. Siempre, pensando en el interés general y en el bien común.
Cuando desde las más altas Instituciones del Estado, y más concretamente desde el Gobierno, se utiliza el debate político en el sentido de confrontar a la población se está haciendo un flaco favor a la democracia, al Estado y a la Nación. De hecho, en ese mismo instante se está destruyendo completamente el sentido del propio Parlamento que no es otro que el de la Unidad de los ciudadanos en una discusión que debe ser constructiva.
Considero; que éste es uno de los principales y más grabes errores, en lo que a servicio del Estado se refiere, ha cometido el ejecutivo. Si bien es verdad que no es el único, sí puede ser considerado el peor. Desafortunadamente, la Historia está plagada de enfrentamientos bélicos entre los hombres y si algo se puede sacar en claro es que a la finalización de los mismos no se pueden encontrar más que perdedores. Porqué habríamos de pensar entonces que de una situación de estas características, fomentada desde las propias Instituciones, iba a acontecer como resultado algo positivo para el conjunto. 
Por fortuna, España, no está en situación de confrontación con ningún otro país, y en este estado, el diálogo parlamentario debe ser constructivo. El diálogo, el debate político equilibrado, sensato y moderado debe ser la base sobre la que construir una política que marque un camino de prosperidad; donde deben ser seleccionadas, democráticamente, las mejores aportaciones que cada cual pueda ofrecer independientemente de su adscripción ideológica.
Muchos historiadores y analistas políticos coinciden en declarar que un político pasa a ser un estadista, cuando deja de pensar en las próximas elecciones para pasar a pensar en las próximas generaciones. Es posible que esto sea cierto, pero de lo que no cabe duda es de que un político debe pensar ineludiblemente en las generaciones presentes. Su política debe incluir un sentido de futuro, sobre este aspecto tampoco deben existir dudas, pero como se comprenderá, las circunstancias presentes deben jugar un papel importante en toda buena gestión política. 
Está bien perseguir la utopía, no digo que no, la historia nos demuestra que lo que ayer fue tal cosa hoy es una realidad. Pero lo que no es sensato es intentar alcanzarla a toda costa, aunque para ello deban ser sacrificadas las vidas de los que hoy forman parte del presente, de la realidad presente. 
Nuestra gestión política se ha excedido en estos términos y los resultados no se pueden ocultar, ni tampoco pretender convivir con ellos en un permanente intento de justificar lo injustificable. En aras de un futuro incierto, hemos sacrificado un presente concreto. Hemos dilapidado nuestras armas de combate y ahora nos enfrentamos a una situación difícil de superar y que exigirá grandes esfuerzos por parte de todos.
Debemos tomar consciencia de los daños sufridos en el sistema como consecuencia de una forma de hacer política errónea; quizá más errónea en las formas que en el fondo y quizá también estas formas han terminado destapando el verdadero fondo. 
Detectados los daños, debe evaluarse cual ha de ser la mejor actuación y se deberán tomar medidas que en muchos casos estarán orientadas hacia una reducción del gasto público y hacia la austeridad. Se deben pedir esfuerzos y la contribución de todos a la restitución del equilibrio económico y a la recuperación de las garantías. 
Nuestra meta debe ser una economía sostenible, unas garantías sociales sostenibles y la mejora en la calidad de vida de los ciudadanos, esa es la función del ejecutivo, y el que se quiera dedicar a otra cosa que se dedique a otra cosa y que contribuya con su esfuerzo, en la medida que marca la ley, al gasto público; pero que no se dedique a la política.
El político debe tener una vocación de entrega en el servicio a los demás pero sobre todo debe saber muy bien desarrollar una política austera. Esto es fundamental en la gestión de los recursos de un país y sin ella no se puede hablar de entrega a la nación. 
Dicho más claramente, no se puede conjugar el despilfarro con el buen servicio a la patria, si ambos conceptos se utilizan de modo simultáneo en la actividad política, entonces de lo que estamos hablando no es de servicio sino de engaño.
Un gobierno que hace un continuo alarde inexpresado de falta de control del gasto no puede exigir a los ciudadanos un esfuerzo mayor. En tales circunstancias, se carece de argumento ético sólido. Sin duda, la recuperación del correcto funcionamiento de los mecanismos del Estado, pasa por la solicitud de un esfuerzo conjunto, pero si nuestro ejecutivo no está en condiciones de solicitar este esfuerzo, el camino de la recuperación no es otro que el cambio de gobierno.
Se pueden esgrimir excusas: todas las imaginables. No obstante, el hecho de que intentemos excusarnos constantemente no oculta una realidad evidente que sin duda es consecuencia de nuestras actuaciones. Citaré ahora a Abraham Lincoln: "Se puede engañar a algunos todo el tiempo y a todos algún tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo". 
Sin duda, la población debe ser informada de cuales son los problemas que padece hoy nuestra economía, y sin duda, se les debe aportar también soluciones. Una parte importante de éstas, viene de la mano de los emprendedores y esto debe ser conocido por los ciudadanos y se les debe explicar claramente. Pero cuando se demande el esfuerzo de su creatividad se debe tener muy presente desde el orden político, y desde cualquier orden social que la creatividad bajo presión no es creatividad sino explotación. 
El Estado, entre otras, tiene la misión de estimular adecuadamente los recursos creativos de los ciudadanos, pero esto debe gestionarse adecuadamente. La creatividad es un arma que juega un papel importante en la defensa de la patria pero se debe recurrir a ella con respeto y en el sentido de coadyuvar y de fomentar, no en el sentido de obtener beneficios. El deseo de obtener beneficios rápidos, a corto plazo, puede ser uno de los principales elementos que han contribuido al colapso del sistema económico internacional.
Máxime cuando se trata de nuestros propios conciudadanos, de nuestros vecinos, de nuestros hermanos y de nuestros amigos, incluso de nuestros enemigos, el respeto debe ser aún mayor y en ningún caso se debe permitir que se instaure una sensación de necesidad de presionar la creatividad que conduzca al bloqueo de la misma. 
Nuestro ejecutivo, no ha dado muestras precisamente de mesura en la gestión. De modo, que se puede deducir que no está capacitado para controlar estos factores en la medida que las circunstancias exigen, por tanto una vez más el proceso de recuperación económica y de estabilidad de las Instituciones que nuestro Estado requiere no puede en ningún caso venir dado como fruto de la actividad política de nuestros dirigentes actuales. 
España, necesita un cambio de Gobierno, un cambio en la gestión política; otra forma de hacer política que sin duda ya se ha practicado en el pasado, y a cuyos artífices debemos estar agradecidos.
Un saludo, J. M. Mora 

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