Cádiz a 29 de marzo de 2011
Sin duda, el hombre partidario de ideologías de origen marxista se considera intelectualmente en un nivel superior, más libre. Cree que liberado de sus ataduras morales o éticas y religiosas adquiere una condición más humana, sublime. Nace, sobre este caldo, el “batiburrillo” pseudo-ideológico de izquierda donde se puede decir una cosa y la contraria a conveniencia.
Sobre esta base voluble, se tiene la tendencia a hablar muy rápido de manera inconsistente, de forma que este fenómeno produzca perplejidad en la persona que tiene valores éticos y morales profundos, estén fundamentados sobre una base religiosa o no. Las palabras emitidas por su interlocutor suelen producir una pérdida de concentración en el adversario que intenta seguir el hilo conductor del razonamiento cuando tal razonamiento no existe.
Se trata de verter en el medio un gran número de conceptos que parecen tener cierto sentido por ser la impronta de algo que se ha leído recientemente, pero que en realidad no significan nada más que el deseo de confundir, de tergiversar, de confrontar, de sorprender, de dejar estupefacto al adversario en el debate político. Es una habilidad que como tantas otras posee el ser humano. La realidad que marca la diferencia es qué personas deciden emplear esta técnica, y qué personas deciden no emplearla.
En mi opinión los que deciden no emplearla, son personas íntegras y respetuosas con sus congéneres; los que deciden emplearla no tienen respeto hacia los demás. No es una cuestión de saber o no saber emplear esta técnica, que como tal, es susceptible de ser aprendida, es cuestión de querer o no querer utilizarla por lo deleznable de su profunda intención. Es sencillamente una conducta antidemocrática y nada tiene que ver con la libertad, precisamente es una medida que busca esclavizar al adversario ante la imposibilidad del diálogo en estas circunstancias, esa es la realidad.
Cuando se analizan todos estos argumentos esgrimidos en esta forma, labor que quizá no merezca gran atención, a la única conclusión que se puede llegar es a que son argumentos utilizados en beneficio propio y no del conjunto, y esto es algo que los hechos demuestran. Pero hoy aunque podamos tener más o menos clara esta circunstancia, los problemas sociales, amén de tener que tratar con esta clase de conductas, son muchos otros. Por ejemplo la manipulación a través de los medios de comunicación.
Existe una continua interpretación sectaria de la información, se oculta lo que no interesa al poder, por grabe que pueda ser el contenido de la información, y se ensalzan los éxitos aunque estos no tengan nada más que ver que con la imposibilidad matemática de fallar absolutamente en todo, aunque esta sea la verdadera intención. No es la primera vez que los agentes medioambientales juegan una mala pasada a la nación.
El adversario político, siempre ha utilizado muchos medios para confundir, engañar, tergiversar, confrontar, distorsionar… en lo que no se equivoca es en construirse una buena casa mientras crea tres millones de parados. Simultáneamente dice que no hará recortes sociales cuando el mayor recorte social es dejar a una persona sin la posibilidad de acceder a un trabajo y así podríamos estar eternamente, pero esto solo serviría para desgastarnos inútilmente.
Estas actividades están totalmente fuera del debate político, no les interesa el debate político, no te puede interesar el debate político cuando la ideología que defiendes es responsable de más injusticia, de más genocidio, de más asesinatos, de más desigualdad social y de más infelicidad que ninguna otra. Cómo te va a interesar un debate racional en estas circunstancias. Lo que te interesa es anular el debate y los métodos utilizados son esos: la manipulación, la mentira, la incongruencia, la cortina de humo, la confusión, la confrontación…
En definitiva, les da igual todo lo que pueda suceder, no les interesa para nada la nación, y una de sus armas principales es la manipulación a través de los medios de comunicación; así como el hecho de hacer uso del dinero público como si fuera propio. Hoy, el que por desgracia ostenta la presidencia del Gobierno tiene más poder que el Jefe del Estado, al cual solo le corresponde una porción ínfima del presupuesto general, mientras que éste otro se adjudica el presupuesto completo.
Un saludo, J. M. Mora
No hay comentarios:
Publicar un comentario