Cádiz a 10 de marzo de 2011
Hoy, tengo la absoluta convicción de que el cambio es posible es España. Nuestra nación a vivido en los últimos tiempos un período de debilitamiento, como consecuencia de la mayor crisis económica internacional sufrida en los últimos cien años. Bien es verdad, que la negación de la evidencia y una política desacertada no han contribuido a minimizar las consecuencias de esta excepcional situación.
Ahora, nos encontramos con un escenario en el que muchos países que han sabido prever este incidente y que han tomado anticipadamente medidas que atenuasen los efectos de la debacle económica, se encuentran en vías de recuperación. Este hecho les ha situado en una posición de privilegio, permitiéndoles encaminar adecuadamente una senda en la que su sentido de la previsión les conduzca a afianzarse en los mercados internacionales con mayor solidez.
Nosotros, no hemos tenido la fortuna de hacer estas previsiones. Hemos estado durante años negando la evidencia y no hemos tomado las medidas que debían haberse tomado. Hemos permanecido al margen de una realidad económica que ha terminado por imponerse. Mientras otros países se encuentran en franco proceso de mejora y de avance, nuestra economía permanece estancada como consecuencia de la falta de previsión y de la ausencia de toma de decisiones adecuadas.
¿Pero?, ¿Quienes son los encargados de prever este tipo de situaciones? En primer lugar los observadores financieros; no obstante, no es suya la responsabilidad de responder adecuadamente ante las circunstancias. Su misión es informar de lo que ocurre y es el ejecutivo el encargado de tomar, con el aval de los expertos en la materia, las decisiones más adecuadas en aras de solventar en las mejores condiciones la situación que se plantea.
Pues bien: Todo esto no se ha hecho, y los que debieron haber actuado adecuadamente y no lo hicieron son los miembros del ejecutivo. Y ahora no vale decir que estamos ante una coyuntura de crisis internacional y que la culpa es de los mercados financieros. No, no se puede estar permanentemente eludiendo las responsabilidades y culpando a los demás de nuestros errores. Hoy es el momento en el que ya esto no se puede decir porque estaríamos faltando deliberada y flagrantemente a la verdad.
Hoy es el día de asumir las responsabilidades por nuestra gestión, y esto no se hace. Aún hoy se continúa recurriendo a la falsedad o a la tergiversación de los datos; buscando ganar tiempo hasta las próximas elecciones y negando una evidencia, que cada día es más notoria, a una población que paga de su bolsillo las consecuencias de una política errónea en lo económico y maniquea en lo social.
Cuando no se asumen las responsabilidades, se permanece en una posición en la que se puede deducir que los intereses del conjunto de la nación, no forman parte de las preocupaciones de sus gobernantes. Se entra de este modo en un proceso dinámico de desprestigio de las Instituciones que son pilares estructurales esenciales de nuestro Estado de Derecho.
Este escenario no es bueno para el país, y se deben determinar muy claramente quienes son los responsables de que esto sea así. Hacer un diagnóstico preciso del problema es fundamental para encontrar la solución al mismo y en nuestro caso es más necesario que nunca.
Se nos ha estado confundiendo desde múltiples frentes, con políticas que no formaban parte del debate social. Se han tomado medidas y ejecutado acciones disparatadas, en muchos casos. Se ha desarrollado una política cuyas consecuencias han demostrado ampliamente ser rigurosamente fallidas. No se ha optado por la mejora de la competitividad sino por un incremento del gasto inadecuado.
Bien es verdad, que el escenario político internacional en lo económico no ha sido ningún espejismo, no se puede negar que ha existido un escenario desfavorable. Pero también es verdad que se ha brindado a los gobernantes armas más que suficientes para combatir la debacle de los acontecimientos. Sin embargo, un sinfín de decisiones desacertadas han terminado por permitir que nos encontremos afectados por la crisis. Mientras tanto se nos dibuja un panorama difícil de superar. dado que los recursos han sido erróneamente despilfarrados.
Por tanto, no se puede negar que la crisis ha existido, pero tampoco se puede negar que hay países que han sabido superarla sobradamente. Por otro lado, no se puede negar que hemos tenido armas para combatirla, como las han tenido también otros países, pero que no hemos sabido o no hemos querido utilizarlas. Y, como si no fuese suficiente con un panorama que se dibujaba difícil aún rescatando el recuerdo de confrontaciones del pasado, y esto ha sido un grabe error. Ha sido una estrategia política que más parecía diseñada para destruir a la propia nación que para liberarla de las dificultades reales.
Tampoco se puede culpar a una sola persona por estos hechos, pero sí a una determinada forma de hacer política. Todos somos responsables de lo sucedido, pero también debemos ser conscientes de que hay que asumir la realidad. La realidad es que con nuestras cifras, consecuencia de nuestra política, nuestra garantías sociales son insostenibles y por lo tanto nuestro bienestar social entra en proceso de regresión y nuestro estado de derecho se resquebraja.
Debemos preguntarnos: ¿Es esto lo que queremos? ¿Queremos una sociedad donde nuestras pensiones no estén garantizadas? ¿Queremos una sociedad en la que nuestro poder adquisitivo se devalúe cada año? ¿Queremos una sociedad en la que nuestros jóvenes no encuentren empleo? ¿Queremos no poder acceder a una vivienda digna? ¿Queremos ser desempleados permanentes mientras otros juegan con nuestros intereses y con nuestro dinero?
Nuestra situación es de regresión, nos encontramos ante un panorama ya dibujado más de una década atrás. Nuestros dirigentes nos han hecho retroceder en el tiempo mientras otros países avanzan y mejoran la calidad de vida de sus ciudadanos. Nuestros dirigentes nos han hecho más pobres, más enfrentados y con menos capacidad de recuperación que nuestros vecinos de la Unión. Hoy ellos son aún más ricos de lo que ya lo eran antes, y nosotros no hemos mejorado sino retrocedido. No han contribuido a limar las diferencias, han contribuido a acentuarlas, nos han posicionado internacionalmente en una situación desfavorable, nos han hecho retroceder en el ranking, no estamos en la Champions Leage, nos han hecho descender a segunda división.
Pero nuestra nación es grande, lo ha sido en el pasado, porque grande es su gente, y confío en que lo volverá a ser porque forma parte del espíritu emprendedor y de superación de nuestros hombres y de nuestras mujeres. Sin embargo este proceso de recuperación debe estar bien dirigido, por personas capaces, formadas y que se dejen asesorar por los mejores. Gentes que sepan tomar las decisiones correctas y gente que sepa valorar el esfuerzo de sus ciudadanos. Personas que sepan exigir cuando hay que exigir esfuerzos pero que también tengan el don de saber agradecerlo y que no den muestras de que eso de la austeridad no va con ellos, porque eso que ellos gastan solo es el chocolate del loro.
No, esto no es cierto, no debemos dejarnos engañar por personas que bajo la excusa de que sus gastos superfluos, y en muchas ocasiones ridículos, no suponen un grabe deterioro para el conjunto de la economía nacional, porque esto no es cierto. Un dirigente político debe cuidar estos detalles; de lo contrario la confianza en sus doctrinas ha de desaparecer ineludiblemente, por el bien de todos.
Un político efectivo, un buen político, un dirigente político, debe tener la capacidad de diseñar una estrategia política de actuación en bien del conjunto de la nación. Debe tener la capacidad de tomar las decisiones acertadas. Puede equivocarse y es importante saber rectificar y no tener miedo a hacerlo. Lo que debe valorarse es el conjunto de su obra. Y además todo ello debe ir acompañado de buenos gestos, gestos que sean congruentes con su política, gestos que no confundan a la población. Los ciudadanos deben percibir una integridad entre lo que se predica y lo que se hace. Lo contrario solo es la manifestación d una forma de política engañosa que persigue fines obscuros.
El resultado conjunto de la actuación de nuestros dirigentes, hoy no puede ser más desastroso. Esto debería ser suficiente para que de motu proprio dimitiesen, pero aquí no dimite nadie, se estiran los cargos y los mandatos hasta sus últimas consecuencias, dejando de lado los intereses de la nación, de la población. Esta forma de actuar no es buena para España porque entraña una pérdida de valores absoluta y sin valores éticos una sociedad está perdida y se encamina a su propia destrucción; se pasa a un sálvese quien pueda y esa no es una situación deseable.
Por tanto, es verdad que han existido unas circunstancias económicas desfavorables. También es verdad que se contaba con recursos suficientes para afrontarlas. Es cierto que se ha negado la realidad hasta cuando ya ha sido inevitable, cuando nos han tenido que venir a decir que no estábamos actuando correctamente; cuando han tenido que venir a dirigirnos y decirnos lo que tenemos que hacer y a vigilarnos como si no supiéramos cuidar de nosotros mismos.
Hemos cometido muchos errores en el pasado, pero debemos aprender de ellos. Se puede decir, sin temor a equivocarnos, que se nos ha manipulado y que se nos ha confrontado; pero debemos mirar el resultado conjunto de estas políticas y debemos separarnos de este modelo. No debemos volver a caer en el error de elegir mal a nuestros dirigentes, porque las consecuencias solo las pagaremos nosotros mismos.
La sociedad española debe caminar conjuntamente en una misma dirección, alejados de absurdas confrontaciones, pero sobre todo apartándonos de aquellos que quieren confrontarnos. Debemos intentar comprender porqué tienen este deseo de confrontación y una vez más ver cual es el resultado de su política; preguntarnos porqué les interesa el río revuelto.
España ha sufrido los mayores recortes sociales de la historia de nuestra joven democracia, cuando se alardea incesantemente en los mítines de que esto no sería así bajo ningún concepto. Pero no debemos dejarnos llevar por la desilusión por que todo lo perdido será recuperado y mejorado con el cambio político.
Hay Comunidades Autónomas que ocupan grandes espacios del territorio nacional que no han tenido otro modelo de gobierno, otro tipo de política verdaderamente social desde que constituimos la forma política de nuestro Estado y nos dimos nuestra Constitución, que pasó a ser guía de todo nuestro Ordenamiento.
En estas Comunidades, hoy, la corrupción y el pelotazo administrativo están institucionalizados y ya nadie se alarma cuando se descubren casos verdaderamente sangrantes de malversación de fondos públicos. Nuestra sociedad parece anestesiada por la aparición continua e incesante de este tipo de noticias. Pero es una sociedad que debe despertar de ese letargo.
Debemos ser exigentes con nuestros líderes políticos y no permitir que los fondos del estado sirvan para fines que no sean garantizar el bien común, y no el privado de unos pocos privilegiados. Lo mejor que le puede ocurrir a un político corrupto, corruptible y corruptor es encontrarse con una sociedad rendida, con una sociedad entregada que continúa regalando el fruto de su esfuerzo a empleados públicos que adolecen de una completa falta de pudor para con el ciudadano.
El momento del cambio ha llegado, y es mejor que sea cuanto antes.
Un saludo, J. M. Mora