Españoles, habéis de perdonarme si irrumpo en la paz de vuestros hogares para haceros partícipes de las inquietudes del mundo en que vivimos, pero sin ello no cabría la compenetración ni la solidaridad de los que navegamos en la misma nave. Que importa que esta sea resistente si el temporal aumenta. Toda navegación requiere la unidad, la solidaridad y la disciplina de los embarcados bajo la sabia dirección de su capitán. Difícil fue la navegación que juntos emprendimos y los días de bonanza son siempre seguidos de los correspondientes de borrasca, el mundo es así y a él hemos de de sujetarnos.
En el año 1961 que vamos a iniciar el Movimiento Nacional y el Régimen fundado con la Cruzada, alcanzan su indiscutible plenitud al cumplirse los veinticinco años en plena acción política y rendimiento de los principios que constituyen su fundamento, su sustancia y su fuerza motriz. Un cuarto de siglo navegando en medio de la coyuntura histórica más crítica, más compleja e inestable de los tiempos modernos en las que se han derrumbado tantas superestructuras de todo orden que parecían inconmovibles. Un cuarto de siglo siguiendo una ruta rectilínea, atento exclusivamente a los supremos intereses de nuestra nación frente a la concupiscencia y a la incomprensión de tendencias y escuelas políticas, que se aferran todavía a esquemas doctrinales superados. Un cuarto de siglo de servicio permanente a la causa del mundo libre, que si ya se ha reconocido en los medios internacionales más solventes aun no fue, sin embargo, debidamente valorado y correspondido. Un cuarto de siglo de avance manifiesto de la cimentación y desarrollo de nuestras instituciones, de nuestro ordenamiento económico y social, de nuestro sistema de representación pública y de participación efectiva del pueblo en la gestión y en la administración de los intereses de la comunidad. Un cuarto de siglo alumbrando nuevos horizontes al derecho político que si ha de sentarse siempre sobre la línea maestra e insustituible del derecho natural, también deberá abrir cauces jurídicos adecuados al impulso progresivo del hombre en su proyección social, conformando un encuadramiento natural de las nuevas realidades políticas y sociales que ese mismo impulso progresivo engendra y promueve, tenemos el consuelo de haber armonizado como aconsejaba Pío XII la eficacia y dinámica de nuestra sociedad, con la estática de las tradiciones y el acto libre con la solidaridad común. La distancia entre el punto de partida y el destino era tan grande y los obstáculos tales que solo con la Fe puesta en la razón de nuestra causa y la confianza en la ayuda de Dios pudo aceptar tan alta y grave responsabilidad. A ellas se han consagrado toda mi voluntad, mis pensamiento y mis energías. Quien recibe el honor y acepta el peso del caudillaje en ningún momento puede legítimamente acogerse al relevo ni al descanso, ha de consumir su existencia en la vanguardia de la empresa fundacional para para la que fue llamado por la voz y la adhesión de su pueblo, enraizando y perfeccionando todo el sistema levantado. No se trataba solamente de tender un puente sobre la riada de una crisis histórica que arrastraba hasta los últimos restos de un sistema político y de un Estado, sino de instaurar un sistema, de crear un nuevo Estado fiel a la tradición viva y operante y a las exigencias actuales de nuestro destino que quedará garantizado para el futuro en la medida que sirvamos al presente con lealtad y eficacia.
Lo que una gran mayoría de los españoles no han conocido y las generaciones nuevas ignoran era el verdadero estado de la nación al cabo de más de un siglo de desgobierno en sus aspectos; espiritual, social y económico. Los vaivenes y la disgregación que el sistema político engendraba que unidos a la carencia de ideales colectivos limitaban el horizonte de cada español, a la contemplación egoísta de su propio caso mientras la patria degradada y empobrecida se precipitaba por la pendiente de su desintegración. Ante la ausencia de reglas morales permanentes y estables, en aquel clima de inversión de valores y de disolución de todo lo que rediga y une hacia una empresa común y la simultánea exaltación teórica del individualismo más radical y disolvente, lo espiritual cedió a la supremacía de lo material, la conciencia de patria dejó paso al internacionalismo y el sentido providencialista de la historia fue sustituido por la dialéctica materialista. Marx reducirá a teoría seudocientíficas esta realidad de aquel mundo social europeo y la agitará como bandera de combate. Así se puso en marcha el proceso de la subversión a escala universal. Sin el triunfo de nuestra cruzada qué hubiera sido de un mundo indeciso y vacilante que tolera que las vanguardias del adversario acampen con armas y bagajes en sus núcleos de resistencia más decisivos, de la defensa de Europa frente al enemigo más numeroso compacto y mejor dotado que se enfrenta con la civilización cristiana. Si nosotros tuvimos la suerte y la clara visión de enfrentarnos con esta situación con veinticinco años de adelanto no podemos, sin embargo, recluirnos en un torpe egoísmo que acabaría aruinándonos ya que otros pueblos como nosotros incluso de nuestra propia sangre, amantes de la libertad y de la justicia viven amenazados sufriendo los mismos males que nosotros pasamos, y que si no reaccionan a tiempo o Dios no lo remedia caerán en el abismo en el que confiadas se precipitaron tantas naciones civilizadas de Europa hoy esclavizadas tras el Telón de Acero. Que el mal que padecen es evidentemente político está claro, que la situación es francamente grave nadie puede dudarlo, pero que tiene solución también es cierto. En ninguno de los países amenazados, excepto en Cuba, la situación es peor que aquella por la que nosotros pasamos. Si la nuestra tuvo solución, lo mismo puede tenerla la que a otros afecta, si saben analizar sus verdaderas causas y están firmemente resueltos a darles eficaz y adecuada solución. Lo que no se puede, si se quiere sobrevivir, es intentar detener el reloj de la historia en una hora determinada. Pretender galvanizar un determinado estado de la política cuando esta exige imperiosamente su renovación. La política que no se renueva, es política que a plazo fijo muere. Si de los males internos del Occidente pasamos a considerar la amenaza exterior, es preciso proclamarlo sin rodeos: el comunismo es la guerra, los hechos no admiten otra interpretación. El mismo concepto de guerra fría, tal y como la entienden los que la acuñaron, carece ya de sentido porque es algo bien distinto en su entidad y en sus resultados concretos la que está en franco desarrollo. El comunismo ha desencadenado la guerra revolucionaria, por lo tanto para él la paz —bueno, esto que llamamos paz— no es sino la guerra por otros medios y por otros procedimientos. Estos medios y procedimientos de la guerra revolucionaria no tienen más limitación que la que en cada momento impone y exige la utilidad de los propios fines de sus promotores. El que en sus juicios o planteamientos no cuente antes de pronunciarse con este fenómeno, es práctica y socialmente un irresponsable. Si por las razones que fuere prescinde de este dato esencial y determinante, de hecho, es un colaborador, inconsciente, puede ser, pero muy eficaz del comunismo. Actualmente ningún país se ve libre de actividades subversivas. Jamás en la historia tuvo lugar un hecho de naturaleza ni siquiera similar. La universalidad pues del conflicto es tan manifiesta como que coincide con los límites físicos del planeta. Al mismo tiempo, las nuevas técnicas de comunicación han conseguido tal perfección, tanta potencia y tan útiles mecanismo y procedimientos de penetración y captación que permiten a esa universal acción subversiva, llegar hasta las zonas de población más independientes y mejor defendidas y tuteladas hasta alcanzar el área de la intimidad familiar y personal. Todo es utilizado como punto de partida, de apoyo, de vehículo o de instrumento para la lucha. Nunca se dio un empleo masivo de fuerzas de todo orden como el que hoy registramos. Innegablemente se trata de una guerra por definición totalitaria. Son todos los factores materiales, morales y espirituales que integran la personalidad humana y la personalidad histórica de los países los que están sometidos a la presión del comunismo. El actúa desde unas bases y detrás de un telón de acero enfrente a los que la organización social y política del democratismo liberal resulta ya no ineficaz, como la experiencia viene confirmando, sino a todas luces contraproducente. España que conoció y venció al comunismo internacional, única derrota concluyente que este ha sufrido hasta la fecha sigue, excitando su afán de revancha pero frente a ello mantenemos nuestro triunfo, traduciendo a realidades nuestros postulados sociales y no bajando la guardia atento siempre a sus maniobras. Todo esto nos conduce a una conclusión respaldada por cinco lustros de paz, de trabajo fecundo, de unidad y continuidad como no conocía el pueblo español en más de doscientos años. La legitimidad del Régimen, la estabilidad y eficacia de sus instituciones y la vitalidad inmanente de la doctrina de que se nutre nuestra acción y nuestra conducta. Hemos llegado a constituir en el mundo un hecho trascendente, que si un día por mala información pudo despertar las críticas hoy conquistamos la admiración y el respeto de los más. De esta admiración y respeto es buena prueba el crédito abierto a España en los más importantes organismos internacionales, tanto económicos como técnicos y políticos, consecuencia clara de nuestra solvencia en todos los órdenes. Hoy el ser español vuelve a ser en el mundo un título importante.
Por lo que respecta a la defensa de Occidente, representamos actualmente un sumando insustituible y esencial, España en este aspecto es importante no solo por su situación y características geográficas que la constituyen en el centro vital del desarrollo logístico adecuado de dicho dispositivo sino por sus treinta millones de habitantes, por su estabilidad y salud política, por su paz interior, por su sensibilidad y su resistencia invulnerables ante el más encubierto intento de penetración del comunismo o de sus compañeros de viaje y por la experiencia, la preparación científica y técnica y las virtudes excepcionales de sus ejércitos. Pero resulta particularmente claro e imperativo que para gobernar con acierto, dentro de la situación actual, es imprescindible una especial sensibilidad para percibir y reaccionar ante la situación el juego y las variantes de esos factores. Y el estar en posesión de una doctrina política sobre lo permanente y fundamental de la que no es lícito abdicar ni desviarse. Un sistema, un cuerpo de doctrina que tenga la virtud como todos los sistemas completos de darnos la clave con la que operar sin riesgo de errores graves y con las mayores posibilidades de acierto en las cuestiones concretas y circunstanciales. Una doctrina que nos de resuelto ese conjunto de finalidades esenciales a la política, a la economía o a la técnica administrativa, al ejército o a los órganos de representación pública. Una doctrina que ha de ser el norte invariable, una doctrina política que al ser recibida se convierta y transforme en un modo de ser con su específico y siempre moral modo de obrar. He aquí una de las enseñanzas y de las aportaciones más trascendentales de nuestro Movimiento Nacional. El haber servido a esta concepción de lo político, el haber situado en el primer plano de sus preocupaciones y enlucimiento de todas sus actividades la elaboración y conservación de una doctrina ya patrimonio común del pueblo español para el momento de su validez objetiva e histórica. Si no fueran otras muchas las funciones esenciales que corresponden al Movimiento Nacional dentro del cuadro de nuestras instituciones básicas, bastarían las que acabamos de señalar para mantenerle como piedra angular de nuestro sistema. En el Movimiento Nacional reside la función política, admitir la discusión sobre este punto sería tanto como dudar de su propia legitimidad. El Movimiento tiene como tareas permanentes el mantener los Principios Fundamentales y nutrir su desarrollo, defender y acrisolar la unidad nacional que no es un capricho sino una necesidad histórica. Constituir la organización política de la paz perfeccionando progresivamente el encuadramiento de la sociedad en orden a la representación pública, pues nota esencial del régimen su carácter representativo. Preparar la proyección en el tiempo de la revolución nacional que no es una revolución que pasa sino una revolución que perdura y marcha. La hora presente la vivimos los españoles de cara al futuro. Cierto es que la herencia gloriosa de nuestra tradición nacional no puede rechazarse porque el pueblo que así lo hiciera se suicidaría en espíritu. La tradición debe inspirar la tarea de fijar el mañana español, cimentar sobre fundamentos estables sus conquistas, animar sus instituciones y marcarlas con la huella de su peculiar originalidad, pero todo esto dista mucho de la solución simplista del aquí no pasó nada. Un cuarto de siglo es tiempo demasiado largo para que los españoles podamos todavía detenernos a mirar hacia atrás. La historia no retrocede, por esto la tarea de hoy consiste en crear las condiciones que hagan viable y duradera esa continuidad. El imperativo de esta hora es de signo categóricamente instaurador. La deflagración de los Principios Fundamentales del Movimiento Nacional ha tenido la trascendental significación de haber fijado el cuerpo de la doctrina política en que de modo insoslayable se concreta la verdadera e irrenunciable naturaleza del estado nacional. El Movimiento comprende a todos los hombres de buena voluntad fieles a unos principios y a una disciplina, el Movimiento no es organización hermética, es una comunidad con espíritu de servicio en la que destacan unas minorías inasequibles al desaliento que se adscriben a la tarea de montar la centinela, salvaguardar la vitalidad de la doctrina y su proyección y su permanencia en el futuro. En el Movimiento mismo radica en definitiva el que la continuidad no sufra quebranto. Para nosotros todo lo que está ocurriendo en el mundo encaja en el cuadro de nuestras reiteradas y antiguas predicciones. Una de las preocupaciones centrales de nuestra política fue la de advertir los peligros que encerraban determinadas decisiones e incomprensiones, si hubieran podido tenerse en cuenta ni habría ahora necesidad de rectificar ni algunos problemas se hubieran agudizado hasta los extremos que hoy conocemos. Refiriéndonos concretamente a determinada zona del continente africano y a hispano-América veníamos señalando que pretender torcer el rumbo en aquellos países oponiéndose a las corrientes naturales, el quererlos forzar a dependencias y subsidismos que los países repugnan era obrar contra el propio interés y sembrar la semilla del rencor y del odio. Un mundo nuevo anticipábamos ya hace muchos años se ponía en movimiento. Las naciones, como los pueblos, se rebelan contra las injusticias y la miseria. Una nueva era pugna por abrirse paso, o se la acoge y encauza o acabará derribando lo que se oponga a su naturaleza nueva. Y en cuanto al norte de África he insistido reiteradamente en un modo expreso, en que constituye la espalda de Europa, lo que le da una especial trascendencia. Su ubicación en el área mediterránea exige, en virtud de los imperativos geopolíticos de la máxima densidad, que no exista contraposición de intereses entre los países de una y otra orilla. Siendo mutuo el interés de la asociación, quien lo invalide habrá infringido un daño gravísimo de reparación difícil a las posibilidades occidentales en sí mismo. De ahí que diéramos la voz de alarma denunciando los propósitos de los agentes soviéticos de penetrar en esas zonas a caballo de la xenofobia y de los ultranacionalismos exacerbados que intentan encender la guerra y destruir la comprensión entre las partes. Fuimos absolutamente conscientes de la peligrosidad de esta penetración ya que constituía un objetivo del máximo interés para Rusia. El huracán previsto se ha desencadenado en el mundo afro-asiático y en el norte de África el armamento y las ayudas facilitadas por la Rusia soviética acabarán por alterar la paz y la independencia de sus pueblos. El apoyo de Moscú a países subdesarrollados y de agitada efervescencia nacionalista tiene siempre un precio político para quien lo solicita o acepta. La experiencia nos indica que la presa que Rusia hace no la abandona hasta su aniquilamiento, por el sistema de las ayudas militares y económicas se tiende una red de agentes por todo el país para encuadrar a los naturales, los comprados o los sujetos a su obediencia. Los gastos militares que ellos estimulan empobrecen al país y lo colocan en trance de ruina y la crisis económica, el paro obrero y los movimientos revolucionarios que ellos provocan y controlan acaban dando al traste con la política tradicional y estableciendo un régimen comunista satélite. Así viene ocurriendo en todos los meridianos en donde Rusia a puesto su mano o colocado su carta. Hoy reitero lo que hace dos años os decía, nuestra nación por su ubicación en el espolón de Europa que bajo las aguas del estrecho se une con el continente africano y por las del archipiélago canario en la proximidad de su costa atlántica y de nuestro Sahara tiene la responsabilidad histórica de constituir el centinela avanzado de esta era geográfica que, si es trascendental para el Occidente, es vital para nuestra nación. Podéis tener la seguridad de que en esta centinela jamás arriaremos la bandera porque esa costa atlántica constituye uno de los objetivos que polariza los apetitos del kremlin para el envolvimiento de Europa.
Otro de los campos de maniobra preferidos por la maquinación soviética es hispano-América sus gigantescos recursos potenciales y su población de doscientos millones de habitantes están en su punto de mira. Para esos doscientos millones de iberoamericanos que pueblan las veinte naciones del Nuevo Mundo en las que vive y se prolonga España con la autoridad moral que nos conceden el ser y sentirnos hermanos, el tener; una misma lengua, una misma sangre, una misma Fe y una misma historia vaya nuestro saludo y nuestros mejores votos. Más de once millones de dólares ha venido invirtiendo el movimiento comunista en América hispana con la circunstancia reveladora de que por lo menos nueve de estos once millones se recaudan en la propia América. Funcionan en ella cuatro centrales o centros de abastecimiento de propaganda, activistas y agentes especiales prontos a desplazarse donde su presencia se considere más necesaria. Semanalmente, las emisoras moscovitas, transmiten más de cien horas para hispano-América y los periódicos y revistas, órganos directos y declarados del partido comunista rebasan la cifra de ciento cuarenta. Las embajadas soviéticas son de hecho verdaderos cuarteles generales con cientos de agentes consagrados a la propaganda, el ritmo de penetración es hoy mucho más de lo que antes. Los hechos que conocemos son el reflejo exacto de este ritmo progresivo y ascendente. Dentro del clima de aquellas naciones en que se acusa una tensión latente encuentra el agitprop del comunismo internacional el caldo de su cultivo ideal. Para la batalla entre occidente y oriente viene creando Rusia centros neurálgicos en estos países que como los del norte de África respecto de Europa constituyen en cierto modo su emplazamiento en la retaguardia de los Estados Unidos. Deseamos por el bien de hispano-América a la que queremos libre y fuerte que los pueblos libres a quienes corresponde muy particularmente evitar que estos países caigan bajo la férrea mano de Moscú les ayuden a encontrar el camino del progreso y de la paz. No obstante, la solución ha de partir de los mismo pueblos hipano-americanos, es necesaria la voluntad de salvarse, si no estamos dispuestos a sacrificarnos por un ideal importa poco que otros nos ayuden. No es verdadero el dilema de liberalismo-comunismo que tanto favorece a este, existen otros más eficaces como el que España emprendió hace veinticinco años. La experiencia española constituye ya un hecho histórico digno de ser estudiado con ánimo de comprensión. Creemos que encierra principios, descubrimientos y posibilidades que trascienden de nuestra órbita nacional.
Solo un propósito alienta mis palabras, la grandeza y la libertad de hispano-América. Con inquietud creciente venimos siguiendo los pasos de esos comandos del imperialismo esclavista por los caminos que hace más de cuatrocientos años trazaba para la Fe de Cristo una raza de misioneros y de héroes. Hace tiempo dábamos el toque de alerta al advertir que en las actas de 1935 del antiguo comité ya se señalaba de una manera expresa, como campo más favorable para la expansión del comunismo, a las jóvenes repúblicas de origen hispano con sus masas de emigrantes y sus procesos económicos sin estabilizar. Lo que España sufrió no queremos verlo en lo que son nuestros pueblos hermanos. Si contemplamos las perspectivas de nuestra situación interior desde la cumbre del año que termina no pueden ser más halagüeñas. Este año de 1960 ha sido para nosotros un año de paz y de actividad fecunda especialmente señaladas en los largos años de paz y de actividad que la providencia viene concediéndonos. Hoy puedo decir que en el año que termina hemos asentado las bases más firmes de nuestra libertad y de nuestra independencia económica, meta que venimos persiguiendo desde los mismos días de nuestra cruzada. Una de las características más ardientes de toda mi vida ha sido la de no vivir al día sino de prevenir y preparar el futuro. Esto hizo que desde los mismo días de nuestra cruzada me inquietasen los graves problemas que con la paz habrían de presentársenos. La liberación que con la victoria habría de conseguir para nuestro pueblo no sería verdaderamente efectiva mientras no hubiéramos conquistado la libertad económica que España había ido perdiendo al correr de medio siglo de abandono. El déficit permanente de nuestra balanza de pagos con el exterior impidiendo el progreso y el desarrollo de la nación nos había creado con grandes dificultades una grave situación de dependencia. El futuro se nos presentaba con caracteres gravísimos ya que a la situación permanente anterior había que sumar el quebranto y atraso de tres años de guerra. España quedó totalmente desabastecida y hasta los españoles mejor preparados económicamente juzgaban que no podrían levantarse sin la ayuda de un poderoso empréstito exterior imposible de alcanzar en un mundo en gran parte adverso empeñado además en una terrible guerra. El plan de estabilización adoptado por el gobierno en la segunda mitad del año anterior dio con creces los frutos apetecidos, mantenimiento de precios interiores estables y por consiguiente consolidación del poder adquisitivo de salarios y rentas. Firmeza de la cotización de nuestra divisa monetaria en los mercados exteriores al nivel de su paridad oficial y cambio de signo en nuestra balanza de pagos crónicamente deficitaria. De un comercio exterior de setecientos millones de dólares siguiendo una curva favorable hemos rebasado la cifra de mil trescientos millones en el año que termina, victoria final que ha venido siendo preparada por las batallas del trigo, del algodón, del tabaco, de la madera, de la ganadería, de la avicultura y de los regadíos en el campo agrícola, así como la progresiva industrialización con su intensificación de construcciones navales, fábricas de abono, de cementos, refinerías, factorías de tractores, camiones y automóviles entre otras muchas realizaciones que expansionando nuestra economía nos permitieron crear más de dos millones de puestos de trabajo. La operación de la estabilización se hizo posible por esa preparación que al correr de estos cuatro lustros habíamos realizado y que ha sido la base de la próxima y gran etapa de expansión económica que hemos de emprender ampliamente, prosiguiendo en la política española que ha multiplicado la riqueza nacional, ha levantado a nuestra patria de la inercia secular, de la falta de confianza en sus recursos y del estancamiento pesimista. El año 1960 ha sido para nosotros un año bueno que España tenía merecido tras dos décadas de tensión y de lucha en medio de un mundo hostil. Nunca nuestra economía ha sido tan fuerte y nunca como ahora podemos contemplar con tanta seguridad y esperanza de futuro, así podemos acometer la tarea ingente y sugestiva de la programación a largo plazo que vendrá a suponer la culminación de unos planes de gobierno concebidos desde los albores mismos de la Cruzada. Hoy con el reposo y la serenidad que nos da la firmeza de nuestro régimen y la salud de nuestra economía podemos acometer el estudio metódico de los diversos sectores económicos con arreglo a técnicas y experiencias mundialmente constatadas que permiten la elaboración de un programa para el mejor desenvolvimiento de la economía nacional sobre la base de su estabilidad, y con la mira puesta en la elevación del nivel de vida de los españoles. Esta atención que el gobierno presta a los aludidos problemas económicos está movida en última instancia por una honda preocupación social que es el signo distintivo de la política del régimen. De poco serviría el progreso económico si no fuera ligado al mejoramiento de todas las esferas de la sociedad española, en particular las más débiles económicamente. Nuestra legislación social que es para el movimiento su mayor timbre de gloria se ha visto este año enriquecida con la ley que asigna fines sociales concretos una serie de recursos fiscales, y también por primera vez en la historia de nuestra hacienda el estado suprime una serie de impuestos indirectos que pesaban sobre todas las clases. La hacienda pública ha venido a ponerse así al servicio de la política social del nuevo estado emprendiendo un camino en el que habrán de darse pasos decisivos en el futuro. De este modo, nuestra política social firmemente asentada en lo económico y cuajada ya en fecundas realidades queda abierta a prometedoras esperanzas en contraste con los resultados de la falsa política social de signo marxista engendradora tan solo de odios y miseria que alcanzó su culminación demagógica y trágica en los aciagos días de la república cuando el pueblo español se veía sumido cada día en una mayor miseria amasada con sangre, fango y lágrimas, frase que hizo tristemente célebre uno de los más destacados gerifaltes republicano. Sería por otra parte ilusorio pensar en los buenos resultados de una política si a esta no la acompaña una buena administración. Para que el complejo aparato estatal funcione de modo armónico y no se retrase son indispensables unos órganos ágiles y competentes. La Administración pública tiene que incorporarse a las modernas técnicas orgánicas y funcionales, el viejo concepto de la administración obstaculizadora y retardataria por su excesivo burocratismo tiene que ser sustituido por un auténtico sentido empresarial y de servicio. Por esos derroteros va discurriendo nuestra reforma administrativa cuyo avance prosigue día a día. Pero no basta con reformar las instituciones si no se cuida de preparar a los hombres que la sirven. El cambio de estructura administrativa reclama también una decisiva reforma del funcionario. No es suficiente exigirle la indispensable y genérica preparación previa a su nombramiento hay que asegurar después la formación específica adecuada a su quehacer concreto y buscarle los estímulos precisos para que no se malogre entre el abandono y la rutina. El Centro de Formación y Perfeccionamiento de Funcionarios, va a ser un instrumento eficaz para este ambicioso propósito, en él se adiestrarán a las personas idóneas para la gestión de los intereses públicos. Su nueva sede recientemente inaugurada en el edificio de la antigua Universidad de Alcalá de Henares encierra un profundo simbolismo. La tarea de modernización de la administración pública queda así enraizada con la gran tradición docente de Alcalá rica en hombres que dedicaron sus vidas al servicio de la patria. Pero una obra de gobierno no sería perfecta sin el contacto directo y personal con las específicas peculiaridades nacionales, que constituirán siempre el mejor cauce para dar atinada satisfacción a los legítimos anhelos de las diversas regiones españolas.
Solo recorriendo los pueblos de España puede tenerse exacto conocimiento del desamparo secular en que han permanecido sumidas muchas comarcas españolas, y que todavía, pese al esfuerzo desarrollado y a la innegable mejora en la calidad de vida carecen de medios naturales para poder subsistir, pueblos pobrísimos, ubicados en lugares inhóspitos sobre tierras áridas imposibles de mejora que un mundo moderno no puede concebir ni aceptar. La racionalización de esas comarcas, la mejora y transformación de lo que sea factible, la concentración de unos pueblos, el trasplante de otros a nuevas zonas de regadío o a centros industriales constituye un imperativo de nuestra hora. En esta labor no hemos perdido ni un solo día, si hoy podemos enfrentarnos en más escala con estos problemas es porque poseemos la obra desarrollada en estos años para la concentración parcelaria y los planes de transformación de regiones como Galicia y Jaén. La multiplicación por la superficie de España de pequeños regadíos y la repoblación y redención de comarcas tan pobres como la de Las Urdes que dándonos la lección de la experiencia nos abren un gran horizonte de ilusiones. Los planes de reordenación económico y social de las provincias iniciados hace más de diez años y que los sindicatos patrocinan facilitan el estudio concreto de los problemas y que se hayan corregido ya en buena parte muchos de los pequeños abandonos seculares. Si pensamos solo en que el 56% de nuestra población carga sobre la vida de un campo pobre cuando en la mayoría de las naciones la población rural se mueve entre el 16 y el 25% se comprenderá la importancia que tiene la estabilización y la creación de nuevos puestos permanentes de trabajo. Si queremos aligerar a nuestro campo y ponerle en condiciones similares al del extranjero. He aquí una vez más como para la propia existencia de España resulta indispensable la fecundidad creadora de nuestro régimen. Pero no solo de bienes materiales vive el hombre, y a los muchos esfuerzos realizados en los campos agrícolas y los sillares de las obras públicas cuyas inauguraciones se suceden un año tras otro hemos de unir aquellos otros empeños a quien el orden espiritual y cultural venimos dedicados. La creación de escuelas, la multiplicación de centros de enseñanza y de institutos laborales, la creación de nuevas iglesias y la instalación de seminarios han seguido un ritmo desconocido en épocas anteriores.
En otro orden de acontecimientos, el viaje que en la primavera pasada realicé a través de Cataluña y Baleares con una dilatada y grata estancia en Barcelona permitió auscultar eficazmente las necesidades y las aspiraciones de aquellas provincias, los problemas conectados con su vida política y económica pudieron examinarse de cerca por mi gobierno que allí se reunió dos veces en pleno y varias en comisiones delegadas. Concretamente para la vida catalana se han operado a lo largo del año dos acontecimientos de singular trascendencia: la promulgación del apéndice de derecho especial de Cataluña por una parte y la aprobación de la carta municipal de Barcelona por otra. La solución dada por la ley de bases de 1888 al problema de la codificación civil patria exigía la formación de apéndices para las legislaciones foráneas. El honor de dar cima a tan imponente labor, parecía reservado a nuestro régimen que con el nuevo apéndice en unión de los ya aprobados, y los que se encuentran sometidos al examen de Las Cortes, viene a rectificar una vez más la tendencia afrancesada del siglo liberal, evitando con los derechos tradicionales obedientes a principios característicos fortalecedores de la estabilidad familiar y patrimonial se diluyan por falta de fijeza y terminen siendo absorbidos por criterios de inspiración napoleónica.
Con una anticipación de veinte años, venimos a estar en la vanguardia y divisoria de las corrientes históricas, en forma que hubimos de pechar claro es con la hostilidad de los enemigos y a la vez con la incomprensión, cuando no la hostilidad también, de quienes por ley natural habían de ser nuestros amigos. Así se explica la particularidad de las situaciones por que hemos atravesado, pero el cielo ha querido premiar la sinceridad de nuestro propósito y los sacrificios del pueblo español. Hoy podemos decir que contamos en nuestra democracia orgánica y en nuestro sindicalismo nacional con soluciones adecuadas para las necesidades de constitución política del mundo moderno. La vida política saludable en un pueblo civilizado y culto precisa de un órgano representativo supremo en el estado para que la sociedad esté presente en la confección de las leyes para que pueda prestar su asistencia a las tareas de gobierno por vía de aportación, de crítica y de contraste y para que quede cerrada la escala de garantías del orden jurídico contra los brotes y las prácticas de arbitrariedad. La eficacia prescribe también promover sistemáticamente el nacimiento y el mayor desarrollo de los organismo autónomos de la vida colectiva que sirven a la cooperación en la tarea de alcanzar los fines comunes y que encomiende el cuidado de sus conveniencias a los propios interesados en la mayor medida posible. Más todavía, si en todos los aspectos de bien humano ha de procurarse aprovechar las vocaciones exigidas y nobles, en las que se denuncian condiciones especiales de aptitud con mayor motivo ha de procurarse en lo relativo a las vocaciones políticas por su carácter excepcional y de elevado rango. La vida política saludable de un pueblo civilizado y culto reclama igualmente un régimen de estado de derecho y no de cualquier sistema de normas, sino precisamente de un derecho concebido para la realización de y servicio de los valores morales del cristianismo. Ahí está incoada y a punto para más altas realizaciones nuestra democracia orgánica y nuestro sindicalismo nacional dando un mentís espiritual y de hecho a quienes ha pretendido poner en entredicho nuestro sistema político.
Por otra parte, en vano se exigirá promover la vida de órganos autónomos donde se entregue a los interesados el cuidado y atención de sus propias conveniencias si no se arbitran los medios de que esos órganos puedan cumplir su misión. Ahí están en todos los pueblos libres esas centrales sindicales gigantescas asumiendo la gestión y la representación de los intereses y anhelos de tantos millones de hombres y de tan variado carácter que sin la concurrencia a la confección de la leyes y a la conformación de los grandes empeños de políticas social, económica o cultural quedan privados de los únicos medios de llevar su cometido. En todos los países el sindicalismo necesita acceder al estado sin que haya de recurrir para ello a maniobras, violencias o subterfugios ajenos a su propia naturaleza y para que el bien público deje de estar asentado contradictoriamente sobre la división, la lucha de clases y supuestos erróneos. El estado necesita buscar su más amplia base social de sustentación en el sindicalismo, en la familia y en el municipio, y una forma válida de relación en colaboración con la sociedad. Ni el más amplio reconocimiento del derecho de existencia, ni la contratación colectiva, ni los servicios mutualistas asistenciales y técnicos pueden bastar al sindicalismo que necesita más. El sindicalismo necesita penetrar y establecerse directamente en la plataforma de las decisiones y de las iniciativas políticas del estado, responsabilizarse si ha de ser capaz de servir y no defraudar la confianza que se deposita en él y las ilusiones y esperanzas que despierta. Solo así podrá cambiar la fisonomía de la vida social moderna y además ganará estas modalidades de acción del máximo rango político.
El papel que ha correspondido a España estamos cubriéndolo con el mejor espíritu y con la mejor voluntad, pidamos a Dios que es el que en última instancia decide la suerte de los pueblos que en este próximo año de 1961 siga dispensando su ayuda a nuestra patria para conservar la unidad y para servir a la patria la justicia, y que tenga también en su mano al mundo que tanto lo necesita. Por lo que a nosotros toca permanezcamos incondicionalmente leales a estas permanentes consignas; unidad religiosa, unidad social y unidad política, pilares firmes de nuestra paz, de nuestra grandeza y de nuestra libertad. ¡Arriba España!
FRANCISCO FRANCO
6, Felipe. 2018, Agosto, 24. Mensaje de navidad de S. E. Francisco Franco. Recuperado de https://youtu.be/m47eZif_2r8
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