Si bien puede resultar ligeramente farragoso, analicemos brevemente la situación de confrontación Siria atendiendo al poder de combate de las fuerzas en conflicto: Por un lado tenemos a las Fuerzas Armadas de Siria con 4.950 unidades blindadas pesadas —pensemos para reducir el esquema mental en tanques—, es decir, imaginemos unos 5.000 tanques en manos del Gobierno de Asad. Por otro lado, encontramos al Ejército Libre de Siria con entre 10 y 25 unidades pesadas, es decir, unos 25 tanques.
En cuanto a vehículos armados y de transporte por parte del bando alzado contra el gobierno de Siria encontramos entre 1.000 y 1.500 unidades —pensemos en furgonetas, automóviles de tipo turismo y pequeñas camionetas sobre las que se disponen ametralladoras de mediano calibre y que carecen de blindaje alguno de manera que la exposición al fuego enemigo es total. En este sentido, por parte del Ejército Sirio se cuenta con 11.800 vehículos logísticos, infantería y de transporte, a lo que hay que añadir 2.000 cañones, 150 cañones autopropulsados, 499 aviones de combate y 110 helicópteros armados.
Para terminar con los datos, el Gobierno de Asad cuenta con 404.000 soldados activos y 500.000 reservistas y milicianos, y 19.800 paramilitares que suman aproximadamente el millón de efectivos. Por el bando nacional —por contra al estatal de Asad— se cuenta con entre 120.000 y 150.000 soldados que en su mayoría carecen de uniforme y de los pertrechos adecuados.
Estos datos adecuadamente visualizados mentalmente nos puede dar una idea del tipo de confrontación o de guerra que se está desarrollando en este momento en Siria. Un Alzamiento civil armado contra un Gobierno autoritario y represivo con un esquema de partido único, el Partido Baath Árabe Socialista que llegó al poder en 1964 tras un golpe de estado exitoso que fue seguido de otro golpe de estado en 1966 que terminó derrocando a los líderes tradicionales del partido Michel Aflaq y Salah al-Din al-Bitar.
En noviembre de 1970 una revolución interna en el propio gobierno o golpe de estado de palacio, llevó a Hafez al-Asad, Ministro de Defensa, a alcanzar la Presidencia como Primer Ministro. En marzo de 1971, Asad se declaró a sí mismo Presidente, posición que mantuvo hasta su muerte en el 2000. Desde entonces la secular autoridad política dominante se ha mantenido en el poder y hasta la elección parlamentaria multi-partidista de 2012, consideradas amañadas por el gobierno, los ciudadanos sólo han podido aprobar al Presidente por referéndum.Son muchos los apoyos internacionales que se atribuyen a cada uno de los bandos en conflicto en la Guerra Civil de Siria y así, por parte del Gobierno Sirio encontramos: Rusia, R.P. China, Irán, India, Iraq, Corea del Norte, Bielorrusia, Argelia, Zimbabwe, Nigeria, Venezuela o Cuba. Mientras que por el lado alzado los apoyos atribuidos son: OTAN, Unión Europea, Estados Unidos, Australia, Azerbaiyán, Canadá, Colombia, Corea del Sur, Filipinas, Tailandia, Turquía, Israel, Japón, Malasia, Guatemala, Panamá y la Liga Árabe integrada por: Arabia Saudita, Catar, Libia, Emiratos Árabes Unidos, Jordania, Kuwait, Yemen, Túnez, Marruecos y Líbano.
Pero, ¿ciertamente? ¿Podemos considerar que el Gobierno de EEUU dirigido por Obama o la propia Unión Europea vayan a apoyar al bando al que hemos llamado anteriormente Nacional por contra al Estatal de Asad? La evidencia de los sucesos acaecidos en los últimos días en torno a las fluctuaciones decisorias de Obama por el momento parecen orientarse en sentido difuso, titubeante y corruptor.
Corruptor en muchos sentidos, pero entre ellos, por la corrupción que supone la burla, manipulación o uso indebido del juego de poder que se establece en el seno de la democracia en EEUU y que incluye históricamente a la Separación de Poderes como uno de los pilares que dotan de veracidad al modelo americano. La sola proposición de consulta al Congreso por parte de Obama para la adopción de medidas en virtud del poder de decidir de motu proprio que se le ha otorgado siguiendo criterios democráticos que se encuentran en su seno constitucional, supone una incongruencia manifiesta y sienta un nefasto precedente que dibuja, ahora sí, el preciso clímax del macerado concepto de Nuevo Orden Mundial.
Un saludo, J. M. Mora
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