Abrí los ojos como si nada hubiese pasado, ante mí se mostraba la plenitud vibrante del Hemiciclo, me sentí vagamente desertor de una paliza recibida, la luz estaba presente sobre el terciopelo rojo aplastado, pasado de manos. Hombres y mujeres vestidos y yo mismo como náufrago asido a un tiempo de la historia. Tal vez, recordé los residuos de moscas sobre las cartas de navegación. Aquella realidad soñada durante la infancia, y negada durante la adultez, finalmente se había hecho presente como presagio de un rotundo fracaso.
Algunos fueron conscientes desde el primer momento y así lo manifestaron en el intrincado y confuso lenguaje de la política de diario, de las diarias sesiones. Una vez más, como años antes, volví a pensarlo: ¡no sé como se les ocurre dejarme entrar aquí!.
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