El hombre que mide tu fe y busca su quebranto, pretende justificar la ausencia de la suya. J. M. Mora
Compatriotas:
El sentido de protección que motiva la creación del Estado, supone en el hombre destinado a salvaguardar sus derechos y deberes un mayor grado de compromiso. Siendo éste requerido con especial interés cuando las circunstancias se muestran desfavorables a la contribución del mantenimiento de las libertades inherentes al proceso constitutivo, se configura en el escenario político la necesidad de que los valores éticos y morales destinados más a la consecución del bien común que a la del propio hagan acto de presencia de forma preponderante entre las cualidades de la política ha desarrollar.
No es vano reiterar que el pueblo español constituye una gran nación cuya impronta ha dejado indeleble huella en la Historia en un sentido de unidad, de fraternidad, de amor al hombre en su más pura esencia, de valor y de libertad que han sido posibles gracias a la calidad humana de aquellos que vieron sus vidas envueltas por el azar de la existencia en acontecimientos históricos de magnitud imperecedera. Éste es el legado de nuestra confraternidad y su inestimable riqueza transforma la actividad de sus hombres en un valor natural que alcanza su dimensión máxima de expresión en la conducción del destino humano.
Quiero recordar ahora una frase pronunciada por Winston Churchill el 19 de septiembre de 1946, en un discurso pronunciado en la Universidad de Zurich, en el que hablaba sobre la necesidad de construir una especie de Estados Unidos de Europa: "Todo lo que se necesita es el propósito de cientos de millones de hombres y mujeres, de hacer el bien en vez del mal y obtener como recompensa bendiciones en lugar de maldiciones".
Pronto, tendremos la oportunidad de manifestar nuestro deseo ante las urnas y de decidir así un modelo de gestión adecuado a las circunstancias actuales.
En el mundo, hoy, se está librando una batalla, una batalla desigual y uni-direccional donde el campo del honor no es el medio hasta ahora conocido, sino la compleja maquinaria de las comunicaciones que no por poseer la condición de la relativa inmunidad y el anonimato de los actos que en ella se comenten, deja de tener efecto substancial sobre la realidad de los hombres. La pólvora corre por las sendas del mercado, y encuentra un intrincado pero no inocuo mecanismo de acción subsecuente al mensaje y a la inmediatez de su propagación, e invulnerabilidad ante las consecuencias y los estragos de su pericia.
Hoy quiero elevar mi voz a todos los gobernantes y políticos del mundo, la era de la globalización es una era de cambios donde los poderes podrían sentirse debilitados por ausencia de timoneles sólidos, sobre los que confiar la dirección unánime que conduzca al conjunto a los deseados estados de bienestar, de justicia y libertad que se pueden sentir amenazados por intereses particulares que no miran por respetar la entidad nacional de los territorios, atacando sin misericordia las estructuras económicas, debilitando con ellos las garantías sociales y favoreciendo un clima de crispación indeseable.
No es vano reiterar que el pueblo español constituye una gran nación cuya impronta ha dejado indeleble huella en la Historia en un sentido de unidad, de fraternidad, de amor al hombre en su más pura esencia, de valor y de libertad que han sido posibles gracias a la calidad humana de aquellos que vieron sus vidas envueltas por el azar de la existencia en acontecimientos históricos de magnitud imperecedera. Éste es el legado de nuestra confraternidad y su inestimable riqueza transforma la actividad de sus hombres en un valor natural que alcanza su dimensión máxima de expresión en la conducción del destino humano.
Quiero recordar ahora una frase pronunciada por Winston Churchill el 19 de septiembre de 1946, en un discurso pronunciado en la Universidad de Zurich, en el que hablaba sobre la necesidad de construir una especie de Estados Unidos de Europa: "Todo lo que se necesita es el propósito de cientos de millones de hombres y mujeres, de hacer el bien en vez del mal y obtener como recompensa bendiciones en lugar de maldiciones".
Pronto, tendremos la oportunidad de manifestar nuestro deseo ante las urnas y de decidir así un modelo de gestión adecuado a las circunstancias actuales.
En el mundo, hoy, se está librando una batalla, una batalla desigual y uni-direccional donde el campo del honor no es el medio hasta ahora conocido, sino la compleja maquinaria de las comunicaciones que no por poseer la condición de la relativa inmunidad y el anonimato de los actos que en ella se comenten, deja de tener efecto substancial sobre la realidad de los hombres. La pólvora corre por las sendas del mercado, y encuentra un intrincado pero no inocuo mecanismo de acción subsecuente al mensaje y a la inmediatez de su propagación, e invulnerabilidad ante las consecuencias y los estragos de su pericia.
Hoy quiero elevar mi voz a todos los gobernantes y políticos del mundo, la era de la globalización es una era de cambios donde los poderes podrían sentirse debilitados por ausencia de timoneles sólidos, sobre los que confiar la dirección unánime que conduzca al conjunto a los deseados estados de bienestar, de justicia y libertad que se pueden sentir amenazados por intereses particulares que no miran por respetar la entidad nacional de los territorios, atacando sin misericordia las estructuras económicas, debilitando con ellos las garantías sociales y favoreciendo un clima de crispación indeseable.
Un saludo, J. M. Mora